Introducción al curso.
Iniciamos un proceso
que nos permita adquirir un modo de interpretación ética del fenómeno político.
Este curso, más que reflexionar sobre el desafío que puede implicar una posible
relación entre ética y política, constituye un intento metodológico para llevar
a cabo esta posibilidad de relación. Con este fin nos proponemos como objetivo
principal comprender y manejar los elementos fundamentales del
discurso ético y relacionarlos, en clave
de discernimiento, con el fenómeno político. Para ello, nos proponemos como
objetivos más específicos,
1.-Adquirir
conocimientos teóricos sobre la naturaleza del discurso ético.
2.-Trabajar de modo
teórico-práctico desde una perspectiva ética que coloque en el centro de las
preocupaciones al ser humano como protagonista de su historia.
3.-Incorporar
elementos que permitan realizar análisis socio político desde la dimensión
ética..
5.-Conocer
diferentes perspectivas que pretenden dar una respuesta a la relación entre
ética y política.
6.-Conocer y
aplicar el método del discernimiento ético, como herramienta para dar una
respuesta ética ante el fenómeno político.
Veamos cómo podemos lograr esos objetivos
Los desafíos éticos
del Chile actual.
Nuestros inviernos, desde hace muchos años, se
caracterizan no tanto por el frio sino por la contaminación en las grandes
ciudades de nuestro país. Santiago, de manera particular, asentada en un valle
con poca ventilación, parece en los meses de invierno casi irrespirable, con
las consecuencias a nivel de salud que afectan especialmente a los más
vulnerables: niños, ancianos y los más pobres.
Este fenómeno de contaminación parece haberse
reproducido también en nuestra convivencia. Algo nos está ocurriendo y forma
parte de un proceso que no logramos comprender suficientemente. Actos de
corrupción y abusos de poder, a nivel de liderazgos sociales, políticos,
empresariales y religiosos, parecen ser síntomas de una cultura que ha perdido
bases fundamentales que en otro tiempo nos aglutinaban. Quizá es porque
transitamos desde una sociedad de ciudadanos a una de consumidores. Y como
tales, buscamos fundamentalmente un bienestar individual y, a lo más, familiar.
Hay otros síntomas que quizá nos están haciendo tomar algo de conciencia de lo
que nos ocurre: dificultad para dialogar, para ponernos en el lugar del otro y
desde ahí poder al menos entenderlo, aunque discrepemos de su punto de vista; dificultad
para agotar todos los recursos posibles para los acuerdos y no llegar de
primeras a imponer mis puntos de vista pasando a llevar los legítimos derechos
de los otros. Podríamos enumerar otros síntomas en una larga lista que no nos
sorprendería mayormente pues somos parte del problema, y casi nos hemos
acostumbrado a vivir con ellos, como lo hacen los enfermos cuando no
tienen otra posibilidad que aprender a convivir con sus enfermedades hasta que
estas los venzan definitivamente.
En las primeras clases del curso de ética y política
de este año 2016, nos preguntamos por los desafíos éticos del Chile actual. De
manera interesante, emergió en el debate del curso el tema ético no solamente
centrado en los temas que comúnmente se llaman valóricos, sino temáticas que
tienen que ver con las relaciones sociales y de poder. Parece existir hoy día
más conciencia de que los abusos de poder, la corrupción, la distancia entre lo
que se dice y lo que se hace efectivamente, son temáticas éticas fundamentales
que afectan nuestra convivencia. Esto, como lo indicó una estudiante del curso,
parece estar relacionado con un positivo fenómeno de “ensanchamiento de la
conciencia moral”, es decir, lo que quizá ayer nos parecía “normal” hoy nos
irrita, lo que antes nos pudo parecer “natural” ahora lo vemos como una
construcción humana que, por tanto debe imperiosamente ser modificada o
replanteada cuando afecta negativamente al ser humano y su habitat.
Desde lo anterior nos preguntamos por lo que es
ética, asumiendo que normalmente se plantea una distinción entre dicha
disciplina y la moral pero que en este curso ambos conceptos los consideraremos
como sinónimos. La ética se nos aparece como una forma de mirar al ser humano
en su multiplicidad de relaciones. Resultó interesante en clases, por ejemplo,
hacer un ejercicio de distintas miradas de la realidad. En efecto, un hecho
social o interpersonal puede observarse y aprehenderse desde muchos enfoques:
políticos, económicos, religiosos, culturales, estéticos, etc. En nuestro caso,
queremos poner el acento en la perspectiva ética que supone un concepto de ser
humano que se va construyendo en un proceso de multiplicidad de relaciones.
El ser humano.
El ser humano es una
persona. Un universo de naturaleza espiritual dotado de libre albedrío nos dirá
Jacques Maritain. Tan libre que nadie puede violar su integridad. Pascal
planteará que piensa y sabe que piensa. Cuando hablamos del ser humano estamos
hablando de otro nivel en el riquísimo mundo de los seres vivos. Libre, piensa,
sabe que piensa. Pero también el ser humano tiene un horizonte. Más aún, puede
crear sus propios fines y para ellos busca y crea los medios que lo pueden
conducir al su fin. Ese fin que Aristóteles llamaba Felicidad.
Es en la historia que el
ser humano vive todo esto. Una historia desafiante, con el color de lo
claro-oscuro, donde la persona es y a la vez se va haciendo. Vive y posee una
forma de vivir. Pero, como dice Augusto Hortal (2000), “nuestras vidas no
consisten únicamente en desplegar un programa de potencialidades previamente
fijadas para toda la especie; actuamos de forma indiferenciada, individual y
grupalmente, y nos planteamos cómo vivir y actuar.”[1] Si el ser humano tiene un
fin, y éste es su felicidad, y además es libre o posee libertad, puede
acercarse a este fin, pero también podrá alejarse. Habrá entonces formas de
pensar y vivir más humanas que otras. Esto es sumamente importante pues vivir
humanamente no será algo automático sino también una tarea por hacerse. De ahí
la moralidad de su vida. Será moral una vida que lo lleve al éxito en su
empresa de ser persona, será no moral su vida, en la medida que lo conduzca por
un sendero de deshumanización. De todo esto se ocupará la ética.
¿Qué es ética?
Aclaremos el concepto.
Sigamos nuevamente a Augusto Hortal. La palabra ética procede del griego y
significa carácter, forma de ser (originalmente: morada, lugar donde habitan los
hombres o pacen los animales). De acuerdo a su etimología, la ética
significaría las cosas referentes al carácter. El ethos puede ser tanto individual como social y se pone de
manifiesto en la manera habitual de actuar de un individuo o de un grupo.
La palabra moral
originalmente era el adjetivo (morales) del sustantivó latino “mos,
moris”. Originalmente significa costumbre, y llega a significar
carácter o modo de ser a partir de la necesidad de traducir al latín el vocablo
griego “ethos”.
En el mundo clásico
griego y latino, la norma por la que se juzgan las acciones, o el objeto de la
Filosofía moral, está encarnada, materializada en una forma habitual de ser y
de actuar. Para recuperar este matiz realista de la moral vivida en una
sociedad, la sociología y la antropología cultural han introducido el
neologismo “mores”.
En nuestro lenguaje
ordinario, ética y moral se usan con frecuencia como sinónimos intercambiables,
tanto para designar la moral vivida como la moral formulada. Pero a veces se
usa ética para hablar de algo más individual, reflexivo, filosófico, mientras
que “moral” se usa para lo más social, espontáneo, religioso o teológico.
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