viernes, 28 de marzo de 2008

IMPORTANCIA DE LA ENCÍCLICA POPULORUM PROGRESSIO Y DE LA CARTA OCTOGESIMA ADVENIENS.

La pregunta ética en la década de los años sesenta ocupó un lugar central. La preocupación por el Desarrollo constituía un elemento clave para logran la humanización. De esta manera, aparece como urgente buscar una solución al problema del subdesarrollo que tenía sumidos a millones de hombres y mujeres en la pobreza y miseria consideradas como manifestaciones de la injusticia institucionalizada. Hoy sabemos que hubo no pocos desaciertos y probablemente una relación entre bien intencionadas iniciativas y la manifestación de autoritarismos y dictaduras militares. Chile parece ser un caso típico de esta posible relación.

La palabra de la Iglesia y particularmente del notable Papa Pablo VI al respecto, parece hoy vigente. Se planteó categóricamente la necesidad de pasar de situaciones menos humanas a más humanas, promover el humanismo pleno (Populorum 42), combatir la miseria, construir un mundo "donde todo hombre, sin excepción de raza, religión o nacionalidad, pueda vivir una vida plenamente humana, emancipado de las servidumbres que le vienen de la parte de los hombres y de una naturaleza insuficientemente dominada; un mundo donde la libertad no sea una palabra vana y donde el pobre Lázaro pueda sentarse a la misma mesa que el rico" ( Ibid 47). Se trata de construir un desarrollo integral, auténtico, "es decir, promover a todos los hombres y a todo el hombre" (Ibid 14)

La Doctrina Social de la Iglesia, en busca de la respuesta de los hombres ante la pregunta ¿Qué hacer para lograr condiciones de mayor justicia?, y frente a la pregunta de la cristianos: ¿qué hacer para ser fieles a la vocación de colaborar en la construcción del Reinado de De Dios?, nos señala la importancia que tiene el mirar, el ver la realidad utilizando para ello los instrumentos de análisis que las mismas ciencias sociales nos aportan. Pero esta mirada a la vez se realiza en función del gran proyecto que puede concretarse en la historia. De acuerdo al Magisterio de la Iglesia se trata del proyecto del Desarrollo Integral que consiste en, como lo señala la Encíclica Populorum Progressio:

....el paso, para cada uno y para todos, de condiciones de vida menos humanas, a condiciones más humanas.
Menos humanas: las carencias materiales de los que están privados del minimum vital y las carencias morales de los que están mutilados por el egoísmo. Menos humanas: las estructuras opresoras, que provienen del abuso del tener o del abuso del poder, de la explotación de los trabajadores o de la injusticia de las transacciones. Más humanas: el remontarse de la miseria a la posesión de lo necesario, la victoria sobre las calamidades sociales, la ampliación de los conocimientos, la adquisición de la cultura. Más humanas también: el aumento en la consideración de la dignidad de los demás, la orientación hacia el espíritu de pobreza, la cooperación en el bien común, la voluntad de paz. Más humanas todavía: el reconocimiento, por parte del hombre, de los valores supremos, y de Dios, que de ellos es la fuente y el fin, Más humanas, por fin y especialmente: la fe, don de Dios acogido por la buena voluntad de los hombres, y la unidad en la caridad de Cristo, que nos llama a todos a participar, como hijos, en la vida del Dios vivo, Padre de todos los hombres". (21)


Pasan los años, y en 1971, Paulo VI, en su carta pastoral Octogesima Adveniens, escrita con motivo de los ochenta años de la encíclica Rerum Novarum, después de haberse dado cuenta en persona, a través de sus viajes a continentes donde la situación de miseria era un clamor al cielo, dirá que es muy difícil decir una palabra única ante los complejos problemas del mundo contemporáneo. Para ello el Papa apelará a una categoría y método que será clave en el Doctrina Social de la Iglesia: el Discernimiento Social. El documento dirá que toca a las Comunidades cristianas discernir, a la luz del Evangelio, la acción de los cristianos -y podríamos agregar, de todos los seres humanos- frente a los desafíos que la realidad nos va presentando.

El discernimiento social, del cual ya he escrito anteriormente, pasará a ser indispensable y encausará el ya conocido método del ver-juzgar-actuar. Se trata de mirar la realidad (mediación analítica) y juzgarla a la luz de los grandes contenidos de la Doctrina Social inspirados en el acontecimiento de la persona de Jesús (mediación hermenéutica). De ahí saldrá la iluminación para la acción transformadora (mediación práxica), de tal manera de poder aportar en nuestra sociedad el necesario trabajo de colaboración en la construcción del Reinado de Dios.

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jueves, 27 de marzo de 2008

MAQUIAVELO Y LA FALSA ANTITESIS ENTRE ETICA Y POLITICA

Con frecuencia se afirma que la aportación fundamental de Nicolás Maquiavelo a la formación del pensamiento moderno, reside en haber establecido la división entre ética y política. Partición esta que conlleva la autonomía de la política respecto de la ética. Corroborar o refutar la existencia de tal división en el pensamiento maquiaveliano es el interés fundamental de este trabajo

Florencia


Nicolás Maquiavelo nace en Florencia en 1469 y muere en la misma ciudad en 1527. Su vida esta signada por las vicisitudes que se suceden en la urbe del Arno y en toda Italia, en el tránsito entre el siglo XV y el XVI.


El comienzo de su existencia coincide con un período de delicado equilibrio, fundado en un sistema de alianzas entre distintos estados que, siendo los emergentes de la desarticulada configuración política de la Italia medieval, se reparten el territorio y la influencia política. Pero ese equilibrio se hará pronto pedazos, dando lugar a uno de los períodos más tormentosos de la historia peninsular.


Todo ello al tiempo que se van configurando las grandes formaciones estatales de la Europa Occidental. Así, Inglaterra y Francia, tras su enfrentamiento de casi un siglo, asisten a otras luchas intestinas entre nobleza y realeza, al final de las cuales, los señores quedan debilitados de tal manera que emerge un poder real centralista y unificador, preanunciado la formación del estado absolutista.


De igual manera en España, la unión matrimonial de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, da lugar, junto a la caída del último baluarte moro en Granada, a la unificación fáctica territorial y política en torno a la Corona.
Finalmente en Oriente, la larga agonía del Imperio Bizantino, culmina con la caída de su capital y su hinterland balcánico, a manos del empuje expansionista del nuevo Imperio Otomano.


Frente a todas estas nuevas potencias, Italia permanece dividida y sin miras de unificación, pese a la centralizadora tradición romana. A ello se suma la recurrente intervención extranjera, acentuada a fines del siglo XV, debido al creciente poder de las grandes potencias. Italia, tierra rica y dividida, es entonces, un excelente y apetecible botín. En el sur peninsular, el Reino de Nápoles, es objeto de codicia tanto de Francia como de Aragón.


En el centro, los Estados Papales y Florencia, mantienen un delicado equilibrio pronto a estallar, dadas las ambiciones encontradas del Papa y del rey de Francia. En el norte, el Milanesado y Venecia son las formaciones estatales de mayor envergadura. El primero está acechado por las pretensiones de la Corona francesa. La República Serenísima al mismo tiempo ve cortada sus rutas comerciales con Oriente por el Turco. En Florencia, la opulencia de los antiguos gremios artesanales da lugar a una aristocracia financiera que encarnada en la familia Médicis, se hace del poder durante seis décadas. En 1494, la intervención francesa acaba con esa hegemonía. Se restaura entonces el sistema republicano, que conducido en su gobierno en primer lugar por Savonarola y luego por Soderini, durará hasta 1512, año en que la suerte favorecerá a la liga papal en su lucha contra los franceses. Para Florencia el resultado de la guerra significa el retorno de los Médicis al poder. Para Maquiavelo señala el comienzo de un largo ostracismo. Acaba entonces su participación en la vida pública, en esa comuna republicana florentina en la que ha desempeñado varios cargos, algunos de ellos de gran complejidad, en cuestiones de política interna, militar y manejo de relaciones exteriores.


Toda esta experiencia acumulada en tres lustro de participación en la cosa pública, junto al dejo amargo que le produjo el fracaso del gobierno del que fue parte, será volcada un año después, en su obra canónica, El Príncipe.


El Príncipe


Formalmente se trata de una obra que pretende ser un tratado sobre los distintos tipos de principado. Y en realidad destaca por lo que no es: No es un tratado humanístico o medieval. Al contrario de estos, está escrito en lengua vulgar y no en latín, como era usual en aquellos.


Asimismo su estructura no tiene la distribución y el equilibrio de estos tratados. Maquiavelo llega a minusvalorizar su obra, motejándola de ?opúsculo? o ?antojo?. Todo esto nos muestra una obra no encuadrable en los modelos de la literatura humanística tradicional. Una obra única y original, tanto en su estructura como en su contenido. Dividida en capítulos, los dos primeros tratan breve y respectivamente acerca de los diversos tipos de principado y de los principados hereditarios acostumbrados a la sangre de su príncipe.


Es a partir del tercer capítulo donde Maquiavelo aborda el tema fundamental de su obra: ?el príncipe nuevo?. Analiza entonces los distintos tipos de principado que responden a esa fenomenología.


La distinción fundamental se da por el momento de la conquista y el momento del mantenimiento. La condición fundamental para que el principado nuevo (producto de la fortuna, la conquista o la herencia) sobreviva y se consolide, es que el príncipe no se limite a ocupar una estructura política, sino que proceda a su transformación o renovación. Finalmente nos encontramos con los capítulos más difundidos y peor comprendidos de su obra, aquellos que vulgarmente sustentan el sentido negativo dado a términos como ?maquiavelismo? o ?maquiavélico?. Con ellos se pretende adjetivar el uso del poder político ejercido sin el freno de escrúpulos morales, donde todo es considerado válido para la consecución de un fin determinado.


Tal interpretación está fundada en simplificar el pensamiento político de Maquiavelo a la literalidad expresada en frases tales como que el príncipe no se preocupe de incurrir en la infamia de aquellos vicios sin los que difícilmente se pueda salvar el Estado (cap. XVI),?un príncipe (debe) despreocuparse de la infamia de cruel (cap. XVII),?cuando se halle necesitado, para mantener el Estado, puede obrar contra la fe, contra la caridad, contra la humanidad, contra la religión (cap. XVIII).


Pero estos capítulos, pese a su exitosa mala divulgación, no son todo El Príncipe, y no es correcto aislarlos del conjunto de la obra. Si hacemos un breve análisis de su texto podemos inferir que el tema dominante es el de la regeneración de un organismo político corrupto, o como expresa el autor en el cap. XXVI, su redención mediante la introducción de un orden nuevo por un príncipe nuevo. Ese príncipe que llega a ser tal, por propia virtud.


Pero ese principado nuevo apenas es un esbozo teórico. Maquiavelo no encuentra en la realidad italiana referencia ni modelo concreto alguno. Pone entonces el ojo más allá de la frontera.


Así contrapone las ciudades suizas y alemanas a las italianas, afirmando que aquellas están muy armadas y son muy libres.


Observa con particular interés a las grandes monarquías absoluta, en especial la francesa, a la que considera como uno de los reinos bien gobernados y ordenados de nuestro tiempo, en el que se encuentran muchas buenas constituciones, en particular el Parlamento, que es un doble freno equilibrante, ya sea de la ambición del poderoso o frente al pueblo. Observa el contraste con la monarquía del Turco, en el que un déspota manda un pueblo de siervos. Diferencia claramente entonces entre la monarquía despótica asiática y la monarquía absoluta de tipo occidental. Intuye en esta última una forma más moderna de organización política y social, que fácticamente se expresa en los éxitos militares.


Unidad de obra y pensamiento


El Príncipe no es la única obra de Maquiavelo. Entre otros escritos, el florentino es el autor de una comedia: La Mandrágora; un tratado militar: El Arte de la Guerra, una reconstrucción del pasado de su ciudad: Historias Florentinas, y otras obras menores. Una se destaca en particular. En la misma época del comienzo de su ostracismo en que da a luz El Príncipe, comienza a escribir Discursos sobre la primera época de Tito Livio. Hay entre ambas obras una aparente contradicción de principios. Por un lado un teórico Maquiavelo aconseja a los poderosos en El Príncipe, a tener ausencia de prejuicios. Por el otro, un republicano Maquiavelo en Discursos?, la emprende contra Julio César por haber este acabado con la libertad republicana en Roma. Esta contradicción si se plantea como dilema, se plantea mal. Debemos ver en Maquiavelo una unidad de obra y pensamiento. Vista ya someramente su obra, hagamos una aproximación a su pensamiento.


Este no se inscribe únicamente en el breve paso de su vida terrena. Como acertadamente afirma José Luis Romero, ?el pensamiento de Maquiavelo se inscribe en el largo plazo de la formación de la mentalidad burguesa que a partir del siglo XI, se va gestando a la sombra de los cambios estructurales que sacuden a la Europa?. Así lenta y persistentemente, la aparición de nuevas clases en el seno de una sociedad binaria (poseedores y no poseedores de la tierra) da lugar a esa nueva mentalidad que no es la cristiano feudal estática, jerárquica y basada en un orden divino.


Las nuevas clases no aceptan esa visión inmutable. La realidad social adquiere entonces, al compás de las luchas de la naciente burguesía contra los señores feudales, un carácter histórico y desacralizado. La mentalidad burguesa nace necesariamente profana. Esa profanidad es el resultado de una actitud de entendimiento directo con la realidad, con expresa omisión del origen de esta. La figura humana es pensada como algo concreto y no como una abstracción. Se reconoce una metafísica, pero se actúa como si esta no existiera. Ante esto los grupos más tradicionales y cerrados, intentan volver cerrilmente a las fuentes y creencias religiosas, abrevando en la más estrecha mentalidad cristiano feudal, para combatir la mentalidad burguesa.


Otros grupos, especialmente las nuevas aristocracias, juegan a la gallinita ciega del pensamiento, encubriéndose bajo una artificiosa teatralidad religiosa. La regla es el eufemismo y el no declarar explícitamente los fundamentos del pensamiento burgués. Frente a todo esto, afirma el florentino con indudable coraje, que el hombre es un ser natural, que la política tiene fundamentos profanos y que las nuevas burguesías obran motorizadas por su propia mentalidad, aunque formalmente adscriban a un sistema tradicional en el que no creen.


El primer pensador de la modernidad


Es esta pública ruptura con los modos medievales de pensamiento, la que hace de Maquiavelo el primer pensador político genuinamente moderno. Asimismo su hostilidad a los gobiernos hereditarios y a la nobleza parasitaria, denota los avances de su pensamiento en conceptos tales como legitimidad y autoridad. Su dedicada aplicación a la profesión de teórico político podemos entenderla como una respuesta moral que trasunta su preocupación humanística en un contexto de corrupción generalizada. Maquiavelo conoce la definición aristotélica del carácter distinto y contrapuesto de la ética y la política. Sin embargo estos términos no aparecen con frecuencia en sus obras. Más que estas ausencias, sorprende en un autor calificado de impío una presencia constante: la del término ?religión?.


Varios capítulos de los Discursos están dedicados a la función de la religión en la conservación del Estado, función esta que considera de gran importancia. No se refiere sin embargo a una religión determinada o a alguna iglesia en particular. Lo que interesa a Maquiavelo es aquello que todas las religiones tienen en común: su función de vínculo social y de cohesión política. Ese interés se torna visible en El Príncipe, cuando considera que junto al príncipe nuevo, las órdenes nuevas están conformadas no solo por buenas armas y buenas leyes, sino también por nuevos valores y reglas de convivencia. Forzando el análisis estaríamos frente a una ?Reforma?. No nos parece tan descabellado establecer cierto paralelismo entre Maquiavelo y lucero. Frente a la interpretación tradicional que sostiene que la aportación de Maquiavelo al pensamiento político moderno, es la separación de política y ética, y la autonomía de la primera respecto a esta, los autores de este trabajo nos inclinamos por una interpretación diferente. Sustentamos que si para Maquiavelo, la ?religión? no es otra cosa que la moral y la ética, se torna falsa la antítesis entre esta y la política. Si la política es vista como la persecución de fines generales en vistas a la realización de una mejor convivencia social, implica entonces valores éticos.


La verdadera antítesis no se da entre ética y política, entendidas ambas como dos concepciones diferentes del actuar humano, sino entre dos concepciones del mundo, o en términos de Maquiavelo, entre dos ?religiones?, dos sistemas de valores, encarnado uno en la mentalidad cristiano feudal, y el otro en la profanidad renacentista de la mentalidad burguesa. Esta oposición entre ambos sistemas, encuentra a Maquiavelo siendo parte del segundo al que al mismo tiempo ayuda a construir. Su rechazo a los absolutos morales cristiano feudales, no implica de su parte negar la existencia en la naciente modernidad de criterios éticos donde encauzar la acción y aplicación de la actividad política. Es Maquiavelo, en tanto el más alto exponente de la mentalidad burguesa del siglo XVI, quién llama a las cosas por su nombre, en el mismo momento en que triunfa el compromiso de no hacerlo. Tal vez en ese importunismo, en ese ?discurso políticamente incorrecto?, se encuentre la clave del destino que se le reservó a su pensamiento, adjetivado de manera irremediablemente negativa. Ética y política, dos partes de un todo que desde hace cinco siglo muchos ?maquiavélicos? pretenden escindir, demostrando no haber comprendido en absoluto al gran humanista florentino.


Artículo de Fernando Cesaretti y Florencia Pagni
Escuela de Historia. Universidad Nacional de Rosario
grupo_efefe@yahoo.com.ar

martes, 25 de marzo de 2008

LAS PRIMERAS ENCÍCLICAS SOCIALES DE LA IGLESIA CATÓLICA


La Iglesia ha querido ayudar a responder a preguntas centrales del ser humano con un género magisterial que se llama Encíclicas Sociales. Es el 15 de mayo de 1891, hace más de cien años, cuando el Papa León XIII promulga un mensaje que conmovió a muchos y escandalizó a no pocos. Su gran motivación, señalada por el mismo en el documento, es la gravísima miseria padecida por la clase trabajadora:


"...un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios"(1)


León XIII defiende a los obreros. A partir de la constatación de la miseria de éstos, de la explotación que sufren a costa del privilegio de los adinerados, de las falsas expectativas que aparecen por parte del mundo socialista de ese tiempo, plantea su indignación ética. No propone soluciones técnicas, pero sí da pistas humanas y evangélicas: un salario justo que alcance al obrero empobrecido para vivir (32-33), que no esté solamente determinado por el simple consentimiento de las partes, es decir, sujeto a las variaciones del mercado (32); una doctrina sobre el trabajo humano que tiene como fin procurarse algo para sí y poseer como propio derecho una cosa suya (3), un trabajo que es personal pues el hombre deja la huella de su persona en el mismo, un trabajo que es necesario para la vida y que no debe ser concebido como una mercancía más del mercado. Habla del derecho a la organización, a asociarse para poder defender los justos intereses del trabajador; del rol del Estado y su obligación de reconocer el derecho a la organización de los obreros, a no impedir su existencia pues constituir sociedades privadas es derecho natural con la sola limitación de la deshonradez, la injusticia o la salud pública.

Estos y otros son los grandes temas del momento mirados por la Iglesia que ha decidido dar su opinión ética. León XIII afirmará que es deber de la Iglesia hablar sobre la cuestión social (12) pues pecaría gravemente si no planteara su posición y defendiera a los más débiles y postergados del mundo.

La Rerum Novarum fue el inicio de esta forma magisterial que asumió la Iglesia para responder a la pregunta moral: qué hacer a fin de que los seres humanos, pudiéramos clarificar la acción en el mundo para construir la fraternidad, para que pudiéramos iluminar nuestros proyectos personales y colectivos a la luz del horizonte entregado por Jesús y su predicación del Reinado de Dios.

En 1931, cuarenta años después, se escribe la Encíclica Quadragesimo Anno. Es la época de los nacionalismos emergentes. La Iglesia señala y actualiza la defensa del mundo, la doctrina del salario justo que debe alcanzar para vivir dignamente al trabajador y su familia. Se reafirma el derecho a la organización y el deber de lo mismo (35>. Se subraya el carácter social del trabajo y la necesidad de un orden social y jurídico que garantice su ejercicio. Esta Encíclica se caracteriza por su mirada global de la sociedad. Busca la restauración moral de la misma en un mundo que necesita de los apóstoles cristianos que colaboren en una reconstrucción de su entorno social. Apela a los apóstoles obreros para que ganen para Cristo a sus compañeros (140) y ve la necesidad de que el clero, en una labor que no se reduce a la sacristía, eduque apóstoles del mundo obrero y patronal

Más adelante se escribirán otros documentos eclesiales como Juan XXIII que en su Mater Magistra señala el método de la Doctrina Social de la Iglesia asumido años más tarde por el magisterio social de la Iglesia latinoamericana: ver- juzgar-actuar. De ahí que resulte inspirador lo que afirmaba en otro artículos sobre el pensamiento social cristiano. La idea es mirar la realidad como la miran los hombres del mundo. El momento del ver, que en clave de discernimiento ético llamamos también mediación analítica, apunta a mirar la realidad como Dios la ve, como Cristo quiere que la veamos. Ver en ella los signos de los tiempos y la gran tarea necesaria de realizar que no es otra cosa que el desafío ético que impulsa a dinamizar y humanizar el mundo desde situaciones menos humanas a situaciones más humanas.

lunes, 24 de marzo de 2008

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y LAS INTERROGANTES DEL SER HUMANO

La enseñanza de la Iglesia constituye una contundente mediación que permite e ilumina la posibilidad de decir una palabra ética respecto a situaciones concretas que nos toca vivir en la sociedad. La Iglesia, como afirmó el Concilio Vaticano Segundo, asume como propias, a través de su Magisterio Social, las angustias y las esperanzas de los hombres, particu­larmente la de los que más sufren:

Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada genera­ción, pueda la Iglesia respon­der a los perennes interrogantes de la humani­dad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesa­rio por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza" (G.S. 4)

La Iglesia Católica no pretende hacer preguntas propias y proyectarlas al mundo si escucharlo. Intenta ponerse en el lugar del ser humano, mirar la vida desde su propio punto de vista, captar las preguntas que él se está formulando, y tratar de ayudar a la misma humanidad para que pueda responderlas:

En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sen­tido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humani­dad. (G.S. 3)


La Iglesia ha querido solidarizar con el hombr­e, con "el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y con­ciencia, inteligencia y voluntad" (ibid) poniendo a dis­posición de él su "poder salvador" que ha recibido de Jesús su fundador. Su deseo es la salvación del hombre, sabe que tiene mucho que aportarle y eso quiere ofrecérselo a partir de sus propias preguntas, de las interrogantes que el mismo hombre se formula a diario. La Iglesia no se centra en sí misma sino, desde la experiencia que tiene de Jesús, en el mismo ser humano con sus interrogantes.

Lo dicho nos hace poner atención a la importancia de la pregunta. Cuando hablamos de las interrogantes fundamentales del hombre, de las preguntas de fondo que el ser humano se hace acerca de su vida, de sus proyectos vitales, del sentido de su actividad, tocamos un aspecto central de la vida humana. Se trata de interrogantes que apuntar a satisfacer la necesidad del ser humano por clarificar lo que es. Por eso tantas veces, de manera individual y colectiva nos preguntamos por lo que somos. También a clarificar nuestra necesidad de construir un proyecto personal y social. Por eso también en tantas oportunidades nos preguntamos hacia dónde encaminamos nuestra historia. Y para todo ello, como hombres y mujeres que nos desarrollamos en la acción humanizadota nos preguntamos por lo que tenemos que hacer y por el sentido más profundo de la actividad humana.

El ser humano es social porque no puede realizarse ni realizar su vida individualmente. Para el pensamiento cristiano, se trata de una persona, un todo que se hace con los demás, en la libertad, con la divinidad dada por un Dios-Comunidad que lo ha creado a su imagen y semejanza. Son las interrogante de este ser humano, complejo y único, personal y social a la vez, las que la Iglesia desea ayudar a responder desde la sabiduría que emana de su experiencia de Jesús, experto en humanidad.

domingo, 23 de marzo de 2008

El terremoto Lavín


La UDI quedó notificada que su principal dolor de cabeza se ubica en el núcleo mismo de su accionar y despliegue electoral, configurando un nudo de tensiones del cual no será fácil desembarazarse sin pagar un alto costo.

Por razones todavía difíciles de entender, Joaquín Lavín ha decidido salir a disparar a la línea de flotación de la UDI y de la Alianza por Chile en su conjunto. Cuando los actores políticos recién se aprontan para iniciar la campaña municipal, el ex alcalde siembra un manto de dudas sobre la probidad en la gestión comunal de su partido, llegando a señalar que "la corrupción no es un monopolio de la Concertación", sino también un fenómeno extendido en los municipios controlados por la UDI.

Como si ello fuera poco, cuestiona sin bemoles los fundamentos que la Alianza le asigna a la acusación constitucional contra la ministra de Educación, restando aún más legitimidad a una maniobra que ya venía perdiendo fuerza política y comunicacional en función de sus propios y escasos méritos jurídicos. Todo esto, sumado a la reiteración de su apoyo a la gestión de la Presidenta y a su convicción en el 'bacheletismo-aliancista' como forma de relacionarse con el Ejecutivo.

Si alguien hubiera anticipado toda esta performance hace sólo unos meses, habría sido con seguridad un serio candidato a la casa de Orates. Lavín decidiendo dinamitar a su partido en el preciso momento en que le anunciaba también su decisión de no ser candidato presidencial; es decir, de dejar a la UDI literalmente a la deriva, sometida al duro peso que las encuestas desequilibran a favor de Sebastián Piñera.

Porque más allá de la formalidad de postergar la decisión presidencial del partido hasta abril del próximo año, este mix de pronunciamientos de Lavín pareciera poner en realidad a la UDI fuera de combate, ya casi sin tiempo político y, lo que es más grave, sin un clima interno necesario para reevaluar alternativas y posicionarlas ante la opinión pública.La UDI deberá iniciar entonces este año electoral con su principal líder público instalando un fuerte cuestionamiento sobre la integridad de sus alcaldes y teniendo que enfrentar en Las Condes a un edil "rebelde", marginado de la colectividad, pero que mantiene su amenaza de lograr arrebatar una comuna emblemática para el gremialismo.Todo ello, sumado a una espiral de denuncias sobre presuntas irregularidades en otras comunas, denuncias que ahora tienen un suelo fértil y una puerta de entrada abierta por el propio Lavín. En definitiva, ruidos que sumados y eventualmente extendidos pueden generar un cuadro muy cercano a la pesadilla.

En una primera y simple lectura podría pensarse que el gran beneficiado de todo esto es el propio Piñera, que se ha quedado sin contendor dentro de la Alianza y con la UDI duramente magullada. Sin embargo, lo más probable es que este incidente no sólo enrarezca por un buen tiempo el clima interno en el gremialismo, sino que termine por afectar también a la Alianza, debilitando su trabajo conjunto.

De hecho, Lavín acababa de ser integrado a la comisión municipal de su partido, lo que al parecer no impedirá seguir viéndolo en una espiral de desmarque y de crítica frente a la línea oficial del pacto opositor. La UDI quedó así en estos días notificada de que su ahora principal dolor de cabeza se ubica en el núcleo mismo de su accionar y despliegue electoral, configurando un nudo de tensiones del cual no será fácil desembarazarse sin pagar un alto costo, tanto o más alto del que ya está pagando, dejando a Lavín con vía libre para disparar contra su propio sector. Encrucijada nada fácil de resolver, sobre todo cuando el único candidato que hoy aparece como viable para la Alianza no pertenece a la UDI y genera en sus filas no pocas animadversiones.

Son, en síntesis, las grandes paradojas de la política, esos rasgos que la convierten en uno de los síntomas más transparentes de la naturaleza humana y, también, en una actividad de alto riesgo. Un partido que hace no muchos años llegaba a ser la colectividad mayoritaria del país, que durante más de una década tuvo en Lavín a su líder indiscutido, hoy se ve atrapado en las fauces de su propia criatura. El gobierno y oficialismo tienen al fin un momento de respiro tras un duro periplo de dificultades y zozobras. Después de todo, quién iba a imaginar que luego de hacer pasar tanto susto a la coalición gobernante, de haber sido la figura que más cerca estuvo de arrebatarle el poder, Lavín terminaría siendo el mejor candidato para ayudar a la Concertación a mantenerlo.


Artículo escrito por Max Colodro Publicado en El Mercurio, domingo 23 de marzo de 2008

sábado, 22 de marzo de 2008

Lavín y el vacío dejado por Piñera


En Huechuraba la derecha se ha tropezado en la misma piedra que con tanto esmero puso a sus adversarios. Ante el incendio ha golpeado al bombero temiendo que le moje la alfombra en el living.

Cuando se percibe, de parte de los sectores más responsables, que se está entrando en una espiral de confrontación, todos deberían colaborar y poner de su parte para salir a tiempo de esta situación. Lo que le toca hacer a los candidatos presidenciales es obvio. Deben presentar una precampaña equilibrada. Sebastián Piñera propone de manera débil un "nuevo trato". Pero, en su caso, más que una línea de acción, esto parece una frase obligada.


En la práctica, la actuación de sus seguidores se concentra mucho más en el ataque que en el aporte. Incluso pensando en una distribución de papeles, el empresario se queda corto. Todo transcurre como si Piñera no estuviera cumpliendo a cabalidad con la parte que le corresponde, y que, en realidad, estuviese hablando mediante quienes atacan o no alcanza a conducir un movimiento político que raya en la dirección correcta.


Los líderes guían un movimiento, no son arrastrados por él. Nos da la sensación de que alguien está ocupando la agresividad como parte de un movimiento intencionado y graduado. El uso de ella se está llevando todo por delante, más allá de las intenciones y de los planes que alguien pudiera tener. Esto hay que pararlo ahora, en su nacimiento, cuando se está a tiempo y se dispone de todas las herramientas para actuar. Creer que se puede decir todo, acusar de todo y provocar sin recibir un trato equivalente es el típico mal cálculo de los sectarios.


En el fondo, el reclamo es por una mejor política. Esta es una manera torpe y miope de practicarla. No es una falla de la dirigencia intermedia ni de los equipos de apoyo. Es una falla de conducción.


En la derecha se generó un vacío y, por ahí, entró Joaquín Lavín. Al ex alcalde nunca hay que subestimarlo. En estos días ha hecho fuertes declaraciones que no han sido entendidas, para nada, en su propio sector. Y eso es bien curioso, porque se trata de un personaje que -al contrario de otros- dice siempre exactamente lo que quiere hacer y por qué. Por eso, seguir sus declaraciones es como sacar una radiografía de las intimidades de la derecha. Lavín hace cuatro afirmaciones fundamentales. Primero, que la Alianza debe llevar un candidato presidencial y el hecho de que la UDI no lleve abanderado en esta ocasión no es un gran drama. Segundo, que para ganar se requiere de un clima político de entendimiento y grandes acuerdos, que es la antesala de un gobierno unidad nacional con centro en la derecha. Tercero, que no hay que cometer errores graves, como realizar acusaciones injustas con instrumentos institucionales inapropiados. Cuarto, que el tema de la corrupción no tiene color político y que el "caiga quien caiga" vale para todos.


Cada uno de estos aspectos reviste una importancia prioritaria en estos momentos. En realidad apuntan al curso de acción que mejor favorecería a la derecha para acercarse a La Moneda. Hay que decir, sin embargo, que la dirección opositora se ha movido, en el momento decisivo, justo en dirección contraria a la que más favorecía sus pretensiones.
Comentemos los mensajes centrales del líder gremialista.


Lavín sabe que la mejor opción para que su sector gane la elección presidencial es unirse tras un candidato. Sabe también que, de manera alternativa, lo ideal es que sea la Concertación la que se divida, o que se presenten voluntarios para que surjan microcandidaturas sin más destino que debilitarla.


El ex alcalde es quien mejor lo puede saber porque, en la ocasión anterior, sufrió el ataque por la espalda de Piñera cuando se le vio débil y en bajada. Pero no parece ser el tipo de persona que abandonan las lecciones y llevarse los odios a cuestas. Al revés, y dicho por el líder gremialista, la idea consiste en ampliar el "arco iris" de la coalición opositora para darle viabilidad al proyecto.


Nadie sabe lo que va a pasar. En una de esas se abre el espacio para una segunda candidatura presidencial, si esta vez es Piñera quien empieza a tener dificultades y la presión se hace muy fuerte para que otras personas se lancen a la palestra. Pero, en caso contrario, las declaraciones de Lavín dan pie a esperar que intente ser el segundo Presidente de la alianza más que el segundo candidato de la alianza. Este es su curso de acción más probable.


En segundo lugar, la carrera presidencial no puede convertirse en una pelea de enanos en un callejón oscuro. Con esto quiero decir que no se puede llegar a dirigir la nación haciendo de la política una constante guerrilla en pequeños temas, tratados con escándalo y llevados a la peor forma. A La Moneda se llega con propuestas frente a los grandes temas nacionales. Hasta el momento, los seguidores de Piñera no han sabido remontar vuelo en los contenidos y el líder gremialista lo sabe muy bien.


En tercer lugar, Lavín ha querido evitar que la derecha se enrede en el peor de los caminos a través de una acusación constitucional inconducente. No ha sido escuchado. Al contrario, sus socios y parte de sus amigos han aprovechado la oportunidad de decir las peores cosas de él y, en el extremo, han llegado a la burla.


Si algo ha quedado claro en este episodio es la pésima conducción política de la derecha. El presidente de Renovación Nacional y el mismo candidato presidencial han declarado sin empacho que al acusar a la ministra Provoste no están pretendiendo decir que éste sea un problema de corrupción. Más bien lo que quieren es dar una señal pública para mejorar la educación en Chile. Y éste es precisamente el punto central: el uso de la institucionalidad para fines distintos de aquellos para los cuales fue creada. La acusación constitucional es la máxima herramienta legal disponible para enfrentar las mayores responsabilidades personales en faltas graves en el desempeño de una función pública. No es un sistema de correo para mandar mensajes. No se puede afectar a una persona sólo porque se lo considera útil políticamente.


Pero hay más, y este es el cuarto aspecto a destacar. En el caso de Huechuraba la derecha se ha tropezado en la misma piedra que con tanto esmero puso a sus adversarios. Cuando se topa con un problema en sus filas trastabillea, encuentra excusas, da rodeos, le quita importancia y tiende a alinearse tras quien tiene todas las posibilidades de perder en una investigación de probidad. En resumen, un modelo de ineptitud política. Frente al incendio ha golpeado al bombero temiendo que le moje la alfombra en el living.


Cuando alguien dice "caiga quien caiga", casi nunca está pensando en personas cercanas. Lamentablemente, esta buena cuña no deja espacio para decisiones y remilgos.


Donde la derecha muestra su mayor grado de torpeza es en sus reacciones frente a las declaraciones de Lavín. Me adelanto a decir que este nivel de ineptitud estratégica debiera ser uno de los motivos de atención más importante para la Concertación. De hecho, este es el momento de tomar la iniciativa, por el camino correcto, sin prisas pero sin pausa. Lo bueno de este período es que la política se está pareciendo muy poco a un juego entre pillos con las cartas tapadas. Objetivos y estrategias y movimientos de cada uno de los actores importantes no constituyen un misterio para nadie.
Lo que sucede en Chile no va a ser producto de la excesiva astucia con la que alguien se mueva, si no de la coherencia y profundidad con la que pueda dotar a sus acciones. Se trata de hacerlo bien, no de producir sorpresas. En ese sentido, ésta ha sido la peor semana que ha tenido la derecha en mucho tiempo.




Artículo de Víctor Maldonado publicado en La Nación, 22 de marzo 2007

viernes, 25 de enero de 2008

El Futuro de la Concertación en Chile


Ricardo Solari Concertación, ¿20 años no es nada?


El próximo 2 de febrero, la Concertación de Partidos por la Democracia cumple 20 años de existencia. En efecto, el 2 de febrero de 1988, en un céntrico hotel de Santiago, un grupo de 17 partidos políticos, todos ellos unidos por su oposición a Pinochet, decidieron convocarse para hacer posible la recuperación de la democracia, fundando lo que entonces se llamó «Concertación de partidos por el NO».

A la distancia de veinte años, lo verdaderamente importante, más que evaluar la significación histórica de esta coalición —cuestión que, hasta el momento, los electores han resuelto positivamente—, es debatir si tiene o no potencialidades de proyección hacia el futuro y cuáles son los requisitos mínimos de ésta.

El cientista político Antonio Cortés Terzi lo ha puesto de modo simple: si esto se trata solamente de que por fortuna no gobierne nunca más la derecha, o si la coalición tiene un proyecto que proponerle al país.

Para algunos, que pueden no ser tan pocos, el solo hecho de impedir que gobierne la derecha justifica por sí mismo el mantener esta Concertación activa y mayoritaria. Tras esta posición está la evidencia de que en los últimos 50 años la derecha o nos ha ofrecido gobiernos muy incompetentes o trágicamente autoritarios. Hoy, además, la Alianza —con sus permanentes trifulcas, conflictos y pendencias— entrega pocas pruebas de gobernabilidad. De hecho, si algo está pavimentando el camino de la derecha a La Moneda no es el atrayente influjo de sus propuestas, de las cuales se sabe cada vez menos, sino el desgaste de un ejercicio gubernamental concertacionista prolongado.

Pero es muy mediocre fundar la vigencia de un proyecto político a partir de las limitaciones de sus alternativas. Además, ésta es una mirada que probablemente no convoque a las nuevas generaciones, quienes no tienen en su acervo vital la experiencia de un gobierno de derecha y que han desarrollado sus preferencias políticas básicamente bajo un prisma de adhesión o rechazo a los únicos gobiernos que han conocido: los de la Concertación.

Por todo esto, el gran desafío hoy para la coalición gobernante es convencer a los ciudadanos de este país de que 20 años no es nada y que un nuevo mandato de la Concertación puede ser bueno para Chile.

Para hacer posible esta proeza histórica, se requiere una mezcla de reafirmación de los valores y de la mística fundacional, junto con una fuerte dosis de autocrítica respecto de prácticas y métodos contradictorios con el interés general que, por desgracia, se han ido instalando en la coalición.

Vamos por muy mal camino si la Concertación no es capaz de comprender que las faltas de probidad, el cuoteo, la negligencia en la administración de recursos públicos, la incoherencia política para sacar dividendos mediáticos no son faltas menores de unas cuantas ovejas descarriadas, sino que síntomas de un grave abandono de la ética del buen gobierno y de la escasez de un proyecto. Es urgente corregir los errores sin perdonazos.

También es importante reafirmar la primacía del proyecto general por sobre los intereses individuales. El cómo y el quiénes se elijan como candidatos a alcaldes en las próximas elecciones municipales serán un buen examen para medir si hemos aprendido la lección. La Concertación debe ser capaz de ofrecerle al país los mejores postulantes, desde el punto de vista de sus capacidades para ejercer el gobierno local, más allá de partidismos o cálculos electorales inmediatistas.

Sin embargo, tampoco basta.

Para reencantar al electorado, la Concertación tiene además que articular un imaginario de país futuro, que convierta el votar por ella no sólo en una apuesta de continuidad, sino que también de cambio. Hay grandes temas que en 1988 unieron a estos partidos más allá de la recuperación de la democracia y la derrota de Pinochet: igualdad social, libertades públicas, instalación del país en la comunidad internacional, respeto a las minorías, participación ciudadana. Estos son los ejes a los que tiene que mirar la Concertación para articular su proyecto 2009.

Falta un año. Puede parecer poco tiempo, pero si se toma conciencia de la relevancia de lo que está en juego, debería ser más que suficiente.
Artículo publicado en el diario La Segunda, 25 de enero 2008.