viernes, 30 de noviembre de 2007

me gusta cuando callas de Ubiergo

Pablo Neruda -

Para el Discernimiento ético es clave saber callar. Es el silencio de la razón cordial que permite oir lo que viene de fuera, escuchar el mensaje de la realidad que habla, y también el mensaje de la realidad interior que es la misma conciencia moral.

Pablo Neruda - Me gustas cuando callas.......así podemos oir la realidad interior y exterior

Para el Discernimiento ético es clave saber callar. Es el silencio de la razón cordial que permite oir lo que viene de fuera, escuchar el mensaje de la realidad que habla, y también el mensaje de la realidad interior que es la misma conciencia moral.

11. EL DISCERNIMIENTO ÉTICO

Uno de los objetivos principales de nuestro Curso de Ética y Política apunta a lograr desarrollar una capacidad de discernimiento para poder decir una palabra ética sobre nuestra realidad y para actuar éticamente en el mundo donde nos corresponde vivir. Ser ético es una tarea importante, no trivial, pero, paradójicamente, accesible a todos: todos podemos y queremos ser éticos, y todos lo somos, probablemente más de lo que nos imaginamos –como aquel personaje de Molière que se enteró, con asombro, de que él hablaba en prosa, sin siquiera saberlo”.[1]


Para lograr este importante objetivo del curso, hemos introducido el esquema fundamental del mismo. Este consiste básicamente en un círculo hermenéutico o de interpretación.


El círculo hermenéutico consiste básicamente en lo siguiente: nos ubicamos frente a una realidad, la cual conocemos y requerimos valorarla éticamente, esto es, decir sobre ella una palabra ética para conducirla a una nueva realidad más humana. Esta realidad la conocemos a través de la razón: análisis e intuición. Y la misma realidad conocida y analizada, la valoramos a través de un discurso ético usando principalmente la conciencia moral y la norma moral. Esta norma moral se inspira en y concreta los valores morales permanentes que existen en la sociedad y se traduce también en principios éticos que guían nuestro actuar en vistas a valorar la realidad y cambiarla para hacerla mejor.


Esta forma de mirar para actuar éticamente en la realidad es el Discernimiento ético. Sobre él vamos a detenernos para entender el fundamento principal de esta forma ética de mirarnos, mirar y actuar éticamente:

El concepto de Discernimiento.

La palabra Discernimiento se ha rescatado últimamente en gran parte gracias al aporte de la Doctrina Cristiana. De acuerdo a dicha Doctrina, se ha definido al discernimiento como la búsqueda activa de la voluntad de Dios en los concreto de las estructuras históricas y en la propia estructura personal, para ser conocida y llevada a la práctica. Es decir, a la luz del pensamiento cristiano, se trata de un proceso de búsqueda y realización de la voluntad de Dios en la historia humana. Ello Implica un lugar de verificación de la voluntad de Dios: no sólo cuál es esa voluntad sino también dónde se encuentra o se puede encontrar, para poder actuar de manera consecuente.


"La palabra 'discernimiento' es vieja como la Iglesia Católica. Se encuentra ya en San Pablo (1 Cor, 12,10). Pero desde hace 50 años ha tomado connotaciones nuevas. El Concilio Vaticano Segundo habló de discernir los signos de los tiempos.[2] Pablo VI habló de discernir las opciones en materia política, social y económica, de discernir las situaciones, de discernir las ideologías, etc.[3]. Luego el término ha ido entrando en el vocabulario de los documentos episcopales y de las comunidades cristianas que participan activamente en la vida de la Iglesia"[4].


Pero la palabra Discernimiento puede ser recogida también por la ética más allá de posturas ideológicas o religiosas, pues nos entrega y en ella podemos encontrar, un método importante y atractivo para decir una palabra ética sobre la realidad, sea ésta personal, social, económica, política y comunitaria..


En efecto, Discernir, en sentido amplio, significa buscar, a través de una lectura ética de la realidad, lo mejor para dicha realidad, con el fin de llevarlo a cabo. Se trata, como hemos visto en el curso de Ética y Política, parafraseando a Pablo VI, de conducir a la realidad desde condiciones menos humana a condiciones más humanas. O dicho de otro modo, de provocar el desarrollo integral de todo el hombre y de todos los hombres. Discernir es buscar, entonces, con claridad sobre lo que es mejor para el macro y micro mundo en el cual nos desenvolvemos, lo mejor para nosotros mismos y para todos, desarrollar en la historia un proceso de hominización y de humanización[5].


La Pregunta fundamental del Discernimiento.

La pregunta central del discernimiento que para la espiritualidad cristiana es ¿Qué quiere Dios de mí?, puede ser formulada de la siguiente manera; ¿Qué es lo mejor para mi y para los demás?, ¿Qué es lo que me humaniza y nos humaniza más? Detrás de esto hay una filosofía de la libertad en la historia pues se trata de que el hombre y los seres humanos buscamos libremente lo mejor para nosotros mismos.


En esto se parece mucho a la pregunta fundamental de la ética o de la moral: “Qué tengo o debo hacer, en determinada situación, para ser mejor yo y hacer mejor mi realidad y la de los demás”. Se une de esta manera a las preguntas fundamentales del ser humano desde que tiene conciencia de si mismo: “¿Quién soy yo, o quienes somos. ¿A dónde voy y vamos? o ¿qué sentido tiene mi y nuestra presencia en el mundo?




Supuestos del Discernimiento.

Discernir lo mejor para nosotros mismos descansa sobre dos supuestos. El primero se puede formular así: Nuestra conciencia ética habla y podemos oír lo que nos dice. El segundo supuesto nos indica que el mensaje de nuestra conciencia es descifrable, por lo tanto podemos saber lo que es mejor para mí y para los demás, es decir, el hombre escucha, tiene capacidad para escuchar y entender su conciencia. Por otro lado importa agregar además la presencia de una realidad escondida y negativa que también habla y tiene que ver con el misterio escondido del mal en el mundo, lo que los creyentes llaman pecado y muchas veces conocemos como injusticia, intolerancia, violencia, etc. Esto hace necesario saber distinguir qué es lo que pertenece a nuestra conciencia verdadera o recta y qué pertenece a esa otra conciencia también existente y que no es recta sino falsa o errónea.[6] En este sentido el discernimiento es un mecanismo o método que nos ayuda a vivir en conciencia verdadera.

La Conciencia Ética habla.

Para el pensamiento cristiano, quien nos habla no es un Dios lejano sino un Dios que desde siempre ha estado vinculado a la historia concreta de los hombres.(Hebreos 1,1.: Habló el Padre educando al pueblo, habló el Hijo encarnado. Ahora habla el Espíritu: "Cuando El venga, el Espíritu de la verdad, los irá encaminando hacia la verdad entera" (Jn. 16,13).) Desde el mero punto de vista humanista, podemos afirmar que esta conciencia ética, que hemos definido en clases anteriores como nuestro fuero interno, como nuestra realidad más profunda de seres humanos, como nosotros mismos en cuanto seres con interioridad, nos habla permanentemente en la historia de nuestra vida que siempre es personal y social a la vez[7].


El hombre escucha.


La capacidad del hombre para escuchar lo que su conciencia habla la desarrolla activamente a través de sus propias inquietudes. Estas inquietudes se expresan a través de sus preguntas fundamentales. La primera pregunta del hombre que discierne es: "Qué es lo que debo hacer con mi vida?. Ahora bien, ese yo que pregunta es un ser abierto a la comunión con los demás y con capacidad para leer la realidad junto al los demás y ver en ella lo que es más humano. Ese yo no se constituye como persona si no es de alguna manera reconocido por los demás. Esta es otra manera de afirmar nuevamente la antropología subyacente al curso que posibilita el ejercicio del hombre ético: el ser social. Quienes reconocen a ese yo son el Tú y el Nosotros. Veamos en qué consisten:


a) El tú. El primer radio del reconocimiento es la relación de uno con un tú. Es la experiencia del que nace que constituye un primer paso para la relación al nosotros. Desde que venimos al mundo nos relacionamos con un tú. Sin esta relación difícilmente podremos desarrollarnos como seres humanos. Algunos han llamado a esta parte del proceso de la persona como proceso de socialización primaria. Es el inicio de la formación de la conciencia ética del ser humano.


b) El nosotros constituye el segundo radio del reconocimiento. Es una relación vasta y compleja que comporta dos formas bastante diversas. La primera la constituyen las microsociedades, la segunda las macrosociedades. Este dato tiene mucha importancia. Cada uno de nosotros, en nuestro proceso de socialización, nos vamos haciendo y/o ayudando a hacer a los demás, ( por lo tanto aportar a la formación de la conciencia moral de los otros y la propia) a través de nuestra inserción no sólo en una sociedad compleja sino también en una vasta red de microsociedades: barrio, colegio, universidad, club, organización, empresa, partido político, etc.


En esta red de relaciones con el Tú y el nosotros vamos desarrollándonos como personas y al ir desarrollándose nuestra conciencia ética vamos también, y por lo mismo, internalizando los valores y normas éticas de la sociedad.[8]


Pero la relación humana de comunicación se da con cierto espesor. No somos espíritus puros si no seres encarnados, inmersos en la materia y en el tiempo. Cada una de las relaciones hay que pensarlas en dos niveles: el nivel de la naturaleza y el nivel de la historia. Corresponden a dos condicionamientos en el cual se dan las relaciones del tú y del nosotros.


¿Cómo descifrar el mensaje?

La relación hasta el momento es clara: Nuestra conciencia nos habla, podemos escucharla y de esta manera saber lo que es necesario hacer en medio de nuestras relaciones y en medio de nuestros condicionamientos naturales e históricos. Lo mejor para nosotros se va descubriendo poco a paco a través de nuestra conciencia moral pero también a través de la conciencia de los otros y de la microsociedad y macrosociedad, su cultura y su ethos. Ahora bien, ¿cómo descifrar dicho mensaje?. El mensaje se descifra mediante la razón: intelectual y cordial.


La razón la entendemos en un sentido amplísimo. No sólo la razón intelectual, sino también la razón cordial. El hombre en cuanto es capaz de captar el orden y la lógica de la naturaleza física y biológica. Sus leyes van siendo poco a poco descubiertas por la razón. El mensaje que nos llega a través de la naturaleza es éste: "explórala y aprende a manejarla, respetándola".


Pero en el mundo de la libertad también hay un orden, pero es de otro tipo. El hombre imprime un sentido en los acontecimientos. La libertad no es el “poder” de hacer cualquier cosa, sino el “poder” de hacer la propia cosa, la que responda a su autenticidad profunda, a su ley moral. El poder de la libertad sobre los acontecimientos no es ni total ni nulo; somos una libertad condicionada, lo que significa que la libertad tiene márgenes (físicos, biológicos, psicológicos, sociales, históricos, etc.) y que el hombre puede dar nuevo sentido a esos márgenes. De ahí la idea de proyecto. Siempre hay un espacio para hacer, para crecer, para disponer de la vida, para construir la historia humana aunque sean muy estrechos los márgenes en los cuales puedo hacerlo. El hombre, a través de la razón cordial capta, intuye, lo que es mejor para él y para los demás.[9]


De este modo, la persona tiene la capacidad para conocer analíticamente la realidad y también para intuir lo que es mejor para él. Análisis sistemático e intuición se complementan y configuran un modo de acercamiento a la vida que permite al ser humano tomarla en sus manos para conducirla hacia un mundo mejor. Este es el sentido más profundo de la condición ética de la persona humana.


[1] Antonio Argandoña La ética en la Empresa Instituto de estudios económicos Madrid,1994. Pág. 8.


[2] Ver la Constitución Conciliar del Concilio Vaticano Segundo, Gaudium et Spes. Nª11.


[3] Ver la carta pastoral de Pablo VI, Octogésima Adveniens Nªs 4,15,49,31,35.


[4] Arturo Gaete Teoría del discernimiento cristiano de la acción en Discernimiento en la acción Federación de Comunidades de Vida Cristiana nº 13. pág. 7. El tema de la clase está basado en este artículo.


[5] Entendemos por Hominización, el proceso en que la persona humana se hace cada vez más persona. Humanización, ser refiere al proceso donde los hombres colectivamente son más hombres, un mundo mejor. Ambos fenómenos están absolutamente ligados y no se entiende el uno sin el otro.


[6] La Conciencia, como hemos visto en clases, puede ser verdadera o errónea. La conciencia errónea puede ser venciblemente errónea o invenciblemente errónea. Es decir podemos tener una relación con la realidad y valorar adecuadamente desde el punto de vista ético dicha realidad. Pero también dicha valoración puede ser errónea. Si es errónea, es posible que podamos salir de dicho error. Pero también es posible que estemos imposibilitados para salir de dicho error por variadas circunstancias de nuestra vida y cultura.


[7] Esta realidad de la persona de ser social siempre, trae consecuencias para nuestra visión de la ética. José Luis Aranguren afirma que “si la persona es, en su constitución misma, mucho más social de lo que los párrafos al principio citados permitían ver, es claro que “su” moral, la que denominábamos “moral personal” es ya, desde su raíz, se quiera o no, social….teóricamente, y así como el conflicto individuo - sociedad y el consiguiente de moral personal versus moral social es la artificial construcción de un falso problema, porque la sociedad concreta es que se vive conforma la mentalidad y la sensibilidad de sus miembros; asimismo y recíprocamente, son esos miembros, en tanto que miembros, aunque se sientan desgajados, y nunca en tanto que “individuos”, quienes modifican las vigentes pautas - morales y, en cuanto tales, culturales- de comportamiento y, en el límite, el ethos moral mismo de la sociedad global de que se trate. Y en esto, justamente, es en lo que consiste la dinámica, moral y cultural, de la sociedad.” Ética de la Felicidad y otros lenguajes Tecnos , Madrid, 1988. Págs 105-106.


[8] José Luis Aranguren nos dice que “el hombre real, en la mayor parte de las situaciones que se presentan ante él, posee ya, de antemano, si no la respuesta de toutes pièces, por lo menos “piezas”, elementos de respuesta, que le han sido proporcionados por la sociedad en que vive; todo un conjunto de saberes prácticos, patrones de existencia y de comportamiento, mores. El hombre, por lo general, es socio-culturalmente determinado en su conducta. En cierto sentido ...cada hombre verdaderamente se hace a sí mismo. Pero en el sentido que en este momento nos concierne, el hombre es hecho por la sociedad en que vive y por el mundo histórico –cultural a que pertenece....La sociedad conforma la mentalidad de sus miembros”. Ética y Política Biblioteca Nueva Madrid 1996. Pág 20-21.


[9] Como hemos dicho en otras oportunidades, lo más propio del ser humano es su vocación a ser protagonista de su vida. Ser ético consiste justamente en la capacidad innata de la persona humana para poder tomar la vida propia con sus propias manos.

miércoles, 16 de mayo de 2007

10. LEY DE ABORTO: DOS PARADIGMAS ÉTICOS SE ENFRENTAN

El presidente de Brasil, inmediatamente después de la visita que el Papa Bendicto XVI hizo a ese país latinoamericano, se pronunció acerca de una modificación a la ley sobre el aborto provocado. El Papa se había planteado, como es la tradición de las autoridades eclesiásticas, en contra del aborto. Además había insinuado la posibilidad de una excomunión a legisladores que apoyaran alguna iniciativa legal que se planteara a favor de dicha opción. Lula, de acuerdo a la información de prensa, de manera tajante distingue su postura personal de aquella a la que se siente invitado asumir como gobernante.

Según esa información, la postura de Lula es a favor de legislar para perfeccionar, no para derogar, la ley de aborto vigente en su país: “como ciudadano, soy contrario al aborto. Y no creo que haya ninguna mujer en este país que sea favorable al aborto como si fuera algo que la gente quiere hacer. Pero como Jefe de Estado estoy a favor de que el aborto sea tratado como una cuestión de salud pública, atendiendo a las personas que tienen un embarazo no deseado", habría sostenido el Mandatario. “Sé de mujeres que se provocaron abortos con agujas de tejer, o tomando té de cáscara de mango (...) y acabaron muriendo como consecuencia de ello". "Yo creo que esta legislación no abarca la veracidad de lo que sucede en este país. Todo ciudadano, católico o no, cristiano o no, sabe que existe en Brasil una cantidad exagerada de jóvenes que se provocaron un aborto porque tuvieron un embarazo no deseado", afirmó el Jefe de Estado brasilero.

El Papa, de acuerdo a sus convicciones que se inspiran en el mensaje de Jesús, se plantea en contra de cualquier tipo de aborto provocado. Más aún, para la Iglesia Católica, dicha conducta tiene una pena canónica que es la excomunión latae sentencia, es decir, que ocurre automáticamente, sin que una autoridad externa la declare, por el mero hecho de haber provocado, o ayudado a que ello ocurra, la interrupción de la vida humana que, de acuerdo a la Iglesia, existe desde el momento de la fecundación. Todo esto obviamente en caso de que la persona que provoca o ayuda a provocar el aborto esté en conocimiento de la sanción canónica a dicha conducta.

Lula se plantea en la misma línea de dicha convicción, pero al mismo tiempo asume una postura en su calidad de jefe de Estado. Al ver la realidad capta en ella el fenómeno generalizado de mujeres que abortan ilegalmente y sin los medios de salubridad mínimos para no perjudicar su propia vida. Por ese motivo señala que enfrentar dicho drama es un tema de salud pública y, por lo tanto, cae dentro de las exigencias que debe asumir un gobernante.

Son dos paradigmas éticos que no se encuentran. Por un lado una convicción que se transforma en norma ética y se aplica a toda realidad sin matices. La norma y el principio ético cuestionan la realidad y le exigen someterse a ella de manera tajante. Por otro lado una convicción que choca con la responsabilidad de quien ve en la realidad un fenómeno que atenta contra la vida no solo del niño por nacer sino también de la madre, realidad que debe enfrentarse para minimizar los daños ya que no es posible evitarlos todos. Ante esto, Lula plantea tratar el tema de la realidad del aborto como un tema de salud pública y no solo de aplicación de principios y normas éticas.

¿Se podrá lograr, en algún momento, que ambos paradigmas se encuentren, dialoguen y busquen juntos avanzar lo más posible, para que nuestro mundo sea más ético hoy que antes y más ético mañana que hoy?

martes, 27 de marzo de 2007

9. Aspectos éticos de un discurso presidencial.

La presidenta Bachelet pronunció un mensaje al país casi inmediatamente después de anunciado el cambio de gabinete por parte del Ministro Secretario de Gobierno Ricardo Lagos Weber. En este discurso lleno de emotividad, subyace una mirada ética política que merece un análisis y comentario.

El discurso, dirigido a los “chilenos y chilenas todos”, parte reconociendo que, refiriéndose al proyecto del transantiago, “las cosas no se han hecho bien”. La presidenta reitera lo dicho en otras oportunidades: que gobernará diciendo la verdad, sin ocultar cuando las cosas están bien o cuando están mal. Es el fundamento de la autocrítica que motiva el discurso. No parece concebir la posibilidad de dirigir un país escondiendo la verdad de las cosas. La verdad aparece como un valor fundamental que debe respetarse en todo momento.

La gobernante plantea que se hace “cargo de la responsabilidad gubernamental en las deficiencias en la puesta en marcha del Transantiago, como de los problemas relacionados con su propio diseño.”¿Cuál es el fundamento que la lleva a postular que el proyecto del transantiago no se ha hecho bien, tanto desde su diseño como su implantación? El fundamento está presente en las consecuencias del mismo. Aquí aparece otro valor fundamental comprometido en su gestión: el hecho de que un proyecto de tal envergadura esté afectando especialmente a la gente más necesitada, a los más pobres de la ciudad. “Siempre he dicho que soy Presidenta de todos los chilenos, pero permítanme decirles que en primer lugar me siento cercana y conmovida por los que sufren, por los que tienen más necesidades. Por eso me ha dolido profundamente lo que ha pasado en estos días y que ha golpeado con más fuerza a los más pobres de nuestro país y de Santiago. Porque nadie se merece estas penurias.”

Como gobernante asume la responsabilidad de lo ocurrido. Para hacerlo busca el conocimiento de la realidad, se da cuenta de los errores y decide tomar medidas para corregir el rumbo de un proyecto que tiene descontenta a la gente porque le ha significado no un cambio cultural como se había pedido, sino más bien someterse a un esquema ineficiente que empobrece la calidad de vida de las grandes mayorías. Esta situación contradice su propia evaluación de la labor fundamental de los gobiernos de la Concertación que siempre han planteado servir especialmente a los más necesitados.

En el discurso aparecen integrados dos dimensiones éticas: por un lado una ética de la convicción que la gobernante asume comprometiéndose con el valor de la dignidad de las personas especialmente de los más pobres. Por otro lado una ética de la responsabilidad, que significa exigir que las consecuencias de las medidas de un gobierno impidan un daño institucional que podría provocar situaciones violentas de rebelión contra lo que se ha implementado. Es un caso que no requiere de opción entre la consecuencia con los principios y la prevención de consecuencias negativas para la estabilidad institucional. El concepto de bien común que aparece en el discurso parece integrar ambas dimensiones.

Para lograr lo anterior recurre a medidas extremas. Un cambio de gabinete que toca lo medular del mismo al modificar los nombres en carteras claves como son, no solo transportes sino también ministerios políticos por esencia, constituye un verdadero terremoto político que cualquier gobernante trata de evitar y enfrenta solamente en situaciones graves con altos costos políticos. En este caso, la gobernante, si bien pudo haber dudado mucho antes de asumir dichos costos, decide en definitiva asumirlos, enfrentarlos.

Otro aspecto ético, quizá el más discutible del discurso, tiene que ver con su percepción de la conducta de la gente ante la crisis del sistema de transportes público. La afirmación de la gobernante es la siguiente:

“Los habitantes de Santiago, y los más pobres en particular, se merecen una disculpa de todos nosotros. Los ciudadanos han tenido un comportamiento extraordinario. Han tenido mucha paciencia. Han puesto de su parte cuanto han podido. Y si un cambio siempre cuesta asumirlo, hay que reconocer que han debido soportar más dificultades de las tolerables en este caso.”

No es discutible el hecho de que la presidenta pida disculpas. Lo discutible es la calificación de comportamiento extraordinario - léase “ejemplar”- a la paciencia, que podría tener el sentido de pasividad, tolerancia ante la ineficiencia, sumisión ante un tratamiento degradante del sistema. Al leer esta parte del discurso, de repente da la impresión de que un comportamiento rebelde ante lo ocurrido habría sido mal valorado y no considerado como ejemplar. En realidad habría que afinar más esta valoración de la conducta de los santiaguinos, porque justamente el mismo discurso de la presidenta es posible porque gente de todas las tendencias políticas y el pueblo en general, han reclamado, no han sido tolerantes y han perdido finalmente la paciencia. En situaciones como las que actualmente vive Santiago con su nuevo sistema de transporte público, son más bien la falta de paciencia, el reclamo, la falta de tolerancia, las que se transforman en un valor ético fundamental pues llevan justamente a precipitar la toma de decisiones para cambiar el actual estado de cosas. Precisamente una de las principales críticas al diseño del Transantiago apunta a no haber considerado la opinión de la gente, principales afectados del sistema.

domingo, 25 de marzo de 2007

8. El Chile de hoy: nuestro contexto para avanzar hacia una sociedad más ética.

Cuando decimos que queremos construir una sociedad más ética lo hacemos desde nuestra opción por una moral de protagonismo. Esto significa postular que el ser ético se posibilita, pues consiste justamente en la práctica de una vida vivida en la libertad. Ser éticos significa tomar la vida con nuestras propias manos y para ello deben darse las condiciones que permitan lo mismo. Es por esa razón que requerimos mirar nuestro contexto pues en él vivimos y nos construimos.

Eugenio Tironi[1] nos plantea algunos rasgos que iluminan el conocimiento de nuestro contexto, aspecto que agregamos a lo dicho ya en escritos anteriores. Para este autor las notas fundamentales de la nueva realidad chilena son las siguientes:

1. Vivimos en una sociedad con un mayor grado de complejidad. En ella hay dos problemas casi contradictorios pero reales e incluso apremiantes: la escasez y la abundancia. Por un lado muchos chilenos viven los dramas y frustraciones de la pobreza y del arcaísmo. Por otro lado, existen chilenos que experimentan las tragedias y angustias de la modernidad. De alguna manera convivimos drásticamente con dos modelos en un mismo país: los dramas de los países desarrollados y los de los países subdesarrollados. Para Tironi “hay. un riesgo que no debe ser menospreciado: uno es que el país sea progresivamente conducido en función de las angustias (reales) de las clases medias y de las elites, dejando de hecho en un segundo plano las miserias (también reales, aunque menos glamorosas y con menos prensa) de los sectores más pobres.

2. Otro rasgo importante de la realidad chilena es la lógica del consumidor que puede plantearse así: elijo y pago en el mercado la alternativa más ventajosa y exijo que se me dé exactamente lo que pagué. Esta lógica se ha internalizado en los individuos y se ha elevado también a dominios más allá del campo económico. Hemos ido transitando desde una sociedad con protagonismo del Estado y después en la Empresa, a otra centrada en el protagonismo del consumidor. La sociedad chilena se ha transformado en una sociedad de consumo de masas que se expande y puede poner en tensión la capacidad empresarial del país.

3. Un tercer rasgo lo constituye la noticia como industria. Es la irrupción de la opinión pública. Esto explica el protagonismo de los medios de comunicación y lleva a la especialización de una actividad cada vez más importante: el periodismo. La televisión desplaza a los medios escritos e impone su estilo y ritmos a todo el sistema social y cultural.

4. En relación al poder, aspecto que nos interesa particularmente, nos encontramos con un fenómeno de creciente dispersión. Existe una cada vez mayor diversidad de actores, aspecto al parecer “normal” en una sociedad que pretende ser más pluralista. Evidentemente el poder continúa fundamentalmente en manos del gobierno pero cada vez más acotado y compartido con los municipios y con el parlamento que aumenta su papel fiscalizador creador de opinión publica. Por otro lado el poder judicial va tomando más peso como arbitro de conflictos e incluso como actor en la contingencia política.

5. Finalmente, la política va despertando más indiferencia que entusiasmo. Sin embargo existen indicadores que van mostrando que la política puede llegar a alcanzar mayor centralidad. Es posible que se vaya desarrollando una petición de alternativas que pueden marcar un grado de ruptura con el presente. La gente buscará un mayor sentido a su vida en sociedad.
Junto a lo anteriormente dicho, importa resaltar el tema de la diversidad. Al parecer nuestra sociedad va creciendo en niveles de tolerancia aceptando la existencia legítima de distintas posturas y formas de entender y vivir la existencia humana. Cada vez son más aceptadas las manifestaciones de las llamadas “minorías” sexuales, étnicas, raciales, etc. ¿Qué puede significar todo esto para la vida en sociedad y el futuro colectivo?

Todo lo anteriormente expuesto configura parte de una realidad que es el contexto que vivimos. Desde ahí podemos no solo entender nuestra contingencia sino también proyectar la posibilidad de construir una sociedad con miembros más protagonistas de una historia que podemos hacer entre todos. De ese modo vamos dando pasos en calidad ética y por lo tanto en mayor humanidad.

[1] Tironi,Eugenio La irrupción de las masas y el malestar de las elites Grijalbo 1999 (225 ss)

miércoles, 21 de febrero de 2007

7. El Proceso de democratizacion del siglo 20 chileno: Contexto de mayor protagonismo ético

Para algunos autores, el siglo veinte chileno ha sido de paz, estabilidad institucional, apertura creciente del sistema político y modernización social con un desarrollo económico considerable.[1] Chile vive, en este siglo, un proceso paulatino de democratización que, por diversos motivos, hace crisis en 1973.

No obstante, a juicio de esos autores, el siglo nace en un ambiente de sentimiento de crisis por el agotamiento de un sistema político y de un estilo de vida que se mostraban inadecuados para enfrentar los desafíos que se presentaban los nuevo tiempos. “El régimen parlamentario, la estructura social, el sistema económico, el papel del Estado...en fin, todo el mundo oficial demostraba su desajuste con una realidad que estaba cambiando radicalmente”. Al mismo tiempo se producía el despertar de nuevos sectores sociales: una creciente clase media que con el correr del tiempo adquiriría conciencia de clase y un proletariado que iniciaba su organización. Ambos chocaban en sus aspiraciones con las barreras infranqueables del sistema vigente. De allí que cundiera un sentimiento antioligárquico compartido por las nuevas generaciones que, desde la arena política e intelectual, se convirtieron en los principales críticos de la clases social dirigente, del régimen político y del sistema económico”[2]

A nivel político, el comienzo del siglo se caracteriza por el fin del llamado parlamentarismo. A juicio de Gonzalo Izquierdo, “la implantación del sistema parlamentario durante los años que van entre 1891 y 1925, fue consecuencia del predominio del liberalismo entre los grupos que decidían el quehacer en todos los planos de la vida nacional”[3] Se fue implantando como reacción a las tradicionales y excesivas atribuciones del Jefe de Estado que emanaban de la Constitución presidencialista de 1833. “pero la consolidación del sistema parlamentario fue, en buena medida, una consecuencia de la actitud política del presidente Balmaceda, quien desconoció, en esta materia, tanto la tendencia de la época como los principios que anteriormente defendiera con tanta vehemencia, emprendiendo ahora la defensa del autoritarismo presidencial”.[4] Pero al parecer, el abuso de ciertos procedimientos hizo fracasar la experiencia parlamentaria.[5]

El tiempo posterior es bastante conocido. Después de la implantación de la Constitución de 1925, particularmente a mediados de siglo, en un contexto internacional de guerra fría, ideologías absolutizantes se alternan el poder. En 1973 un golpe de Estado lleva a una profunda transformación de la sociedad. Después de un tiempo que aún hoy se discute ampliamente, el sistema democrático se recupera en el año 1990. Una coalición llamada Concertación de Partidos por la Democracia asume el poder hasta el momento presente, continuando y consolidando una realidad que hace pensar en un país con nuevos desafíos en una cultura post moderna. Nuestra sociedad, cultura, democracia, comienzan a adquirir nuevas notas que tienen que ver con la posibilidad de un mundo que emerge distinto, más diverso, más pluralista y por eso, probablemente, más ético.

[1] VV.AA. Chile en el siglo XX Editorial Plantea, Santiago de chile, 1990. En adelante Chile en el siglo XX.
[2] Chile en el siglo XX (19-21).
[3] Gonzalo Izquierdo Historia de Chile Tomo tercero, Editorial Andrés Bello, Santiago de Chile, 1990. (11). En adelante Historia de Chile.
[4] Historia de Chile ( 11).
[5] “el poder presidencial había disminuido considerablemente como consecuencia de las reformas que se habían hecho a la constitución de 1833. Sin embargo, más allá de esas reformas, el sistema parlamentario se basó en algunas prácticas políticas que el Congreso utilizó en su favor y que fueron las que efectivamente le permitieron controlar el poder. Una de ellas fue la facultad que el Parlamento tenía para derribar al gabinete a través de interpelaciones que obligaban a los ministros a concurrir al Congreso para desvirtuar cargos en su contra, votos de desconfianza y censuras que provocaban su caída. Otra fue la facultad para retardar las leyes periódicas que aprobaban el presupuesto, las contribuciones y algunas leyes referentes a las Fuerzas Armadas. También fue un mecanismo típico del sistema, la obstrucción parlamentaria usada frecuentemente por las minorías que, al no existir clausura del debate, lo prolongaban indefinidamente con tal de impedir la aprobación de una ley. El abuso de estos procedimientos entorpeció enormemente la tarea legislativa, produjo una constante rotativa ministerial y significó un freno para el desarrollo de las políticas de gobierno.” Chile en el siglo XX Pág. 31. Ver también Historia de Chile Págs 11-15. Al respecto resulta dramática la descripción que hace de este período Mario Góngora en su Ensayo histórico sobre la noción de Estado en Chile en los siglos XIX y XX. Editorial Universitaria 1998, Santiago de Chile. Ver el capítulo “la república aristocrática y la autocrítica de Chile” , (107-159), donde hace un interesante estudio de la bibliografía sobre le época. A su juicio dicha época constituye la negación del Estado portaliano, un estado de decadencia y crisis.

martes, 20 de febrero de 2007

6. ¿La moral es social o política solo por el origen de las normas?


Es una importante pregunta que se hace José Luis Aranguren. La respuesta es clara. La moral no es solamente social por el origen de las normas sin también por el origen de la conciencia moral.

Vivimos una cultura más bien individualista, muy distinta a la que vivieron, por ejemplo, lo griegos de la Grecia clásica. La moral a la que apela Antígona no está fundada en la conciencia ética, en su fuero interno, en lo que le dicta, como podríamos decir también, su propio corazón, su interioridad. La apelación de Antígona es a una norma superior dictada por los dioses, a la que debe someterse también el accionar político de Creonte.

Hoy en cambio, ante un dilema como éste, experimentado tantas veces en el siglo veinte ( es cosa de recordar las dictaduras militares en América Latina sostenidas en gran parte a través de las política violatorias a los Derechos Humanos), apelamos a una norma que está al interior de nosotros mismos. Se trata del fuero interno y la hemos llamado Conciencia Ética. Es tan así que hasta la moral católica la defiende afirmando que es en este mundo interior donde el mismo Dios habita, convirtiéndolo en un verdadero sagrario. El Concilio Vaticano Segundo fue claro y explícito al respecto. Dicha conciencia es un verdadero tribunal para dirimir lo justo de lo injusto, lo conveniente de lo inconveniente, en definitiva lo que nos humaniza de lo que nos deshumaniza, lo que nos moraliza de lo que nos desmoraliza.

Pero, como dice Aranguren, “el tribunal de la conciencia es, `sicogenéticamente, la interiorización del tribunal moral de la comunidad, cuyo ‘juicio’ tenía lugar ante la polis, en las reuniones del pueblo, en el campo de batalla e, indirectamente, en el teatro, mediante aplicación de preceptos de origen religioso-tradicional”.[1]

Por lo tanto el origen del primado de la conciencia ética es también social e incluso política. Ya hay antecedentes en la vida de los griegos, particularmente Sócrates y los estoicos, pero es hoy, en nuestra época moderna cuando esta moral de la conciencia se muestra en toda su pureza individualista e interiorizante.

Volviendo a algo tratado en una reflexión anterior, podemos afirmar que si la conciencia moral constituye nuestro fuero interno, la pregunta es cómo éste se forma, cómo se construye, cómo se desarrolla. Si es fuero interno es otra manera de hablar del ser humano en cuanto interioridad. Pero este ser humano es, en gran medida, hecho por la misma sociedad. Por lo tanto la apelación a la conciencia como norma interiorizada no es otra cosa que la apelación a algo que se ha ido construyendo sobre la base de la asimilación de lo que social y culturalmente somos. No en vano somos, en gran medida, lo que nuestro medio y contexto es.

La moral es, como el ser humano, mucho más social de lo que a simple vista parece ser.


[1] Aranguren Ética y Política (21)

5. ¿Es posible hablar de una ética social o política?: a la luz del maestro Aranguren.



En realidad cuando hablamos de ética, estamos hablando de algo fundamentalmente personal. Es la persona la que en definitiva tiene que tomar las decisiones respecto a tantas o pocas alternativas que van apareciendo en la vida, en su historia, en su propia contingencia.

Para tomar dichas decisiones, para elegir, para optar, la persona, cada uno de nosotros en su calidad de individuo dotado de suficiente libertad, se regirá por normas de comportamiento. Si bien estas normas o modelos están fuera de nosotros, es cada uno quien libremente los asume, acepta y decide en definitiva regirse por ellos. Esto es condición para que la decisión que en definitiva hacemos, sean éticas o morales. La eticidad de un acto requiere las notas de libertad y responsabilidad personal. Y para ello la decisión y la aceptación de los códigos éticos deben pasar por el tribunal de la conciencia personal.

Lo anterior suena bien. En el fondo aparece un planteamiento que concibe la realidad como un campo de ofertas disponibles para que la personas, individualmente considerada, tome las decisiones a la luz de lo que dicta su conciencia que no es otra cosa que su mismo fuero interno. Pero, ¿es todo tan así de simple?

La afirmación de José Luis Aranguren es tajante: “esto es verdad, pero no toda la verdad”[1]. En esta afirmación está el mismo fundamento de la Ética social y política.

Aranguren plantea que las normas o modelos de conducta tienen su origen en el dato de la misma realidad social Si bien es posible fundar y refundar la moral renovando cada uno los mismos códigos que nos rigen, lo más probable es elegir, de manera mas o menos personal, entre “pautas” previamente dadas.[2] Esto significa que las personas, de alguna manera, somos seres socio culturalmente condicionados en nuestras conductas. Si bien cada uno se hace a si mismo, es también verdad que la sociedad nos construye.

¿Es posible hablar de ética social o política? A la luz de Aranguren, pero también iluminados por nuestra propia experiencia personal de seres que pensamos, sentimos, vivimos, etc., de acuerdo a lo que somos, en una historia y contexto determinados, podemos afirmar que sí es posible. De ahí la importancia, es decir que no da lo mismo como sea, del tipo de sociedad que construimos a través de las grandes y pequeñas decisiones que permite el uso del Poder Político.

[1] Aranguren, José Luis. Ética y Política. Biblioteca Nueva, Madrid 1996 (20)
[2] Ibid,

4. La Política según Weber: ¿de qué estamos hablando?


Como dice Max Weber, cuando hablamos de política podemos entender varias cosas: la política de un padre hacia su familia y sus hijos, la política de una organización social que decide proyectarse hacia su medio, la política de una organización sindical como ocurrió estos días en Santiago de Chile, con algunos trabajadores del Transantiago que quisieron ir a huelga, e incluso la política de una astuta mujer que quiere dominar a su marido. Pero no son estas experiencias que nos sirven mucho de base para nuestra reflexión que desea relacionar política con ética. “Por política entenderemos solamente la dirección o la influencia sobre la dirección de una asociación política, es decir, en nuestro tiempo, de un Estado”[1]

Weber relaciona este concepto de asociación política con el recurso legítimo a la violencia, para anotar lo propio, es decir, la naturaleza misma del Estado. En este sentido vincula el concepto de Poder Político con el de Violencia Legítima.

Dicho autor se pregunta “qué es, desde el punto de vista de la consideración sociológica, una asociación política? Y afirma que lo único que caracteriza al Estado es la posesión de la violencia física. Si esto no fuera así, habría anarquía, algo así como lo que Hobbes explicitó con su frase “el hombre es el lobo del hombre” planteando el estado salvaje original donde todos están contra todos. “La violencia - dice Weber - no es, naturalmente, ni el medio normal ni el único medio de que se vale el Estado, pero sí su medio específico”[2]. Siendo el Estado el único poseedor del monopolio legítimo de la violencia, se afirma que todo uso de la misma tiene como fuente al mismo Estado.

Qué puede asociar el ser humano a la violencia. Ciertamente lo primero que asociamos ante esta mínima idea es la dominación. Es la experiencia, por ejemplo, del uso de la violencia de un torturador ante una víctima; es la experiencia también de la violencia intrafamiliar de un esposo ante tu señora, o de un padre o madre ante sus hijos, por naturaleza más indefensos; es también la violencia de un pedófilo ante su víctima o de un profesor o maestro frente a sus alumnos. Ciertamente es la violencia de un dictador ante los miembros de una sociedad o de un patrón frente a sus empleados. En todos los casos de uso y abuso de violencia nos encontramos con el fenómeno de la dominación, donde uno aparece fuerte y con poder sobre el otro, y éste débil y solamente en condiciones de obedecer.

Pero cuando Weber habla del Estado en relación a la violencia y la dominación, indica que se trata de una violencia legítima. “El Estado, como todas las asociaciones políticas que históricamente lo han precedido, es una relación de dominación de hombres sobre hombres, que se sostiene por medio de la violencia legítima (es decir la que es vista como tal).

Por lo tanto la Política, según Weber, estará directamente relacionada con el ejercicio exclusivo, o al menos la posibilidad del éste, de la violencia considerada legítima en su uso por parte del Estado.

[1] Weber Max. El Política y el Científico Ed. Libertador, B. Aires. 2005. (11)
[2] Ibid (12)

lunes, 19 de febrero de 2007

3. El discurso ético-político se sitúa en el proceso de creciente modernidad: la razón quiere primar.

Decir una palabra ética sobre nuestro quehacer político, sobre nuestra vida en sociedad, sobre las decisiones que surgen desde el poder o que pretenden influir en él, lleva necesariamente a mirar la realidad en la cual actuamos y que, querámoslo o no, nos marca, nos influye, nos condiciona y quizá, en algún grado, hasta puede determinarnos. Es imprescindible, por lo tanto, mirar nuestro contexto. Para hacerlo necesitamos categorías. Pero, dé dónde surgen dichas categorías. Para tal efecto nos reconocemos herederos de lo que ha marcado, desde hace algunos siglos, nuestra manera de mirar la realidad. Porque lo hacemos con el fin de actuar sobre ella y, de alguna forma, influir en el desarrollo de los acontecimientos. Somos herederos de la tradición de la modernidad que nos ilusiona acerca de nuestra capacidad de ser protagonistas.

En el año 1784 apreció un ensayo del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) que respondía a la siguiente pregunta: ¿Qué es la Ilustración? Respondía así: La Ilustración “es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otros. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¿Sapere aude! ¿Ten el valor de servirte de tu propia razón!:he aquí el lema de la Ilustración”.[1]

El proceso había sido largo. Los griegos, de alguna manera se habían anticipado, pero la búsqueda del hombre a través de las preguntas fundamentales recurriendo a fuerzas mágicas y externas había primado en la historia. El desarrollo de la vida humana hasta el inicio de la llamada Modernidad, se había dado bajo la hegemonía del pensamiento religioso que, a nivel de las grandes masas, se integraba con elementos mágicos y de creencias ancestrales. De esa manera buscaban respuestas a tanta búsqueda consciente o inconsciente acerca del sentido de la vida, del sufrimiento y del fracaso.

Ahora, en el siglo XVIII por fin, según Kant, el hombre se había liberado. La razón quiere ser lo central, puede primar rescatando la racionalidad del ser humano como un dato fundamental. En efecto, el hombre siempre ha buscado responder a su inquietud por el conocimiento de la realidad. Por fin, al parecer, podría hacerlo por sí mismo, rescatando su propia racionalidad como un dato por excelencia. La razón se convertía en el medio privilegiado para conocer y comprender la compleja realidad. De ahí que surgiera un poderoso movimiento intelectual que transformará el pensamiento, la conducta y las costumbres de los seres humanos. El siglo XVIII será el siglo de la Ilustración.

El siglo de la luces, como también se le llama, al considerar a la razón como una verdadera luz que ilumina el caminar del ser humano, sería testigo de cambios profundos. La revolución Francesa constituirá el hito fundamental, la muestra más concreta de estos cambios. De ahora en adelante, el mundo será otro. La economía cambiará, la política será diferente, la cultura dará otro significado a la vida del hombre. La religión, que había tenido el primado hasta ahora, padecerá fuertes cuestionamientos.

De ahí la aparición del Despotismo Ilustrado que se convierte en la concreción de la doctrina del siglo XVIII. “Como dice Albert Sorel en una fórmula que resume admirablemente la doctrina del siglo: Toda la política de los filósofos se reduce a poner la omnipotencia del Estado al servicio de la infalibilidad de la razón, a hacer… de la razón pura una nueva razón de Estado”.[2]. Más adelante, aunque no será hasta 1814 de manera definitiva, la irrupción de las ideas liberales se manifestará a través de importantes movimientos que significarán el alejamiento de las monarquías y la aparición de la democracia representativa. Según Ricardo Krebs, “las ideas liberales prendieron ante todo entre la burguesía, los intelectuales y los estudiantes universitarios… En el año 1812 las Cortes españolas reunidas en Cádiz habían proclamado una constitución que se basaba en el principio de la soberanía popular. El rey Fernando VII, al volver en el año 1814 del exilio a que lo había mantenido encerrado Napoleón, abolió la constitución de Cádiz y restableció el régimen absoluto. En el año 1820 se levantaron los liberales, exigieron la eliminación de los privilegios de la nobleza y la secularización de los bienes de la Iglesia y obligaron al monarca a restablecer la constitución”.[3]

En América española eso tiene una gran repercusión. El movimiento emancipador a partir de las ideas liberales y aprovechando los hechos del secuestro del Rey de España. Poco a poco los países latinoamericanos ganaban, con un importante costo en vidas humanas, la libertad política y podían buscar sus propias formas de gobierno.

La historia que continúa responde a al viejo dicho “otra cosa es con guitarra”. Chile, al igual que los otros países latinoamericanos tendrá que hacerse cargo de su devenir. No obstante, el caso chileno pasa a ser un fenómeno diferente al de los países hermanos. Dos notas lo caracterizarán: su estabilidad política y el predominio de la razón para la elaboración de su proyecto de país.
El siglo XIX será de búsqueda dentro de la estabilidad. Éste terminará con el inicio de un proceso que llevará a las capas medias de la sociedad a un mayor protagonismo social y con el germen de un no despreciable movimiento popular. Este proceso tendrá su auge en la segunda mitad del siglo XX. La acción política, que busca cambios, comenzará a adquirir un sentido nuevo para grandes sectores hasta ese momento más bien excluidos del ejercicio del protagonismo.

[1] Sobre esto es interesante leer a Ricardo Krebs. Breve Historia Universal Editorial Universitaria 2004 (309 ss)Historia de las ideas políticas Prelot Marcel, Lescuyer Georges, La ley 1986 (247).
[2] Prelot Marcel, Lescuyer Georges Historia de las ideas políticas La Ley S.A. Buenos Aires 1986 Ibid
[3] Krebs, Ricardo. Op. Cit. (366).

2: Cómo enfrentar el tema de la relación entre ética y política y nuestra perspectiva ética.


La manera de enfrentar la relación entre ética y política no es algo sin importancia. El orden de los factores aquí puede alterar el resultado. Una posibilidad es comenzar a tratar el tema ético, particularmente lo que éste significa y cómo desarrollarlo como discurso. Después de hacerlo, enfrentamos de manera similar el fenómeno político y las categorías fundamentales para poder comprenderlo. Una vez las dos cosas realizadas intentamos la relación entre ambas.

Otra posibilidad es seguir el camino inverso, es decir adentrarnos en el tema del fenómeno político para luego acercarnos a la realidad del fenómeno ético. De esa manera establecemos la relación entre ambas. Hacerlo de cualquiera de las dos maneras no da lo mismo. En la primera opción, de alguna forma comenzamos por el camino de la filosofía para luego entrar en la mediación sociopolítica. La postura ética que asumamos ciertamente condicionará el resultado.

Si partimos, por ejemplo, de los principios para luego aplicarlos a la realidad política nos encontraremos con una relación muy diferente a si partimos por la realidad para relacionarla con la problemática ética. No es un mero problema metodológico. Detrás de ellos hay también una opción ideológica de la cual ninguno de nosotros se escapa. Lo importante, en gran parte, es estar consciente de ello pues en toda opción hay aciertos y limitaciones.

En todo caso, nos parece que ninguna de las dos opciones señaladas es la más conveniente. Por ello preferimos ir relacionando problemáticas de ambas naturalezas: ética y política, política y ética, para finalmente concluir una opción de cómo creemos o enfrentamos la relación entre estos dos mundos que muchas veces aparecen tan distantes pero que constituyen dimensiones ineludibles de la realidad humana, a menudo tan tangibles como nuestro cuerpo y otras tan misteriosas como lo que comúnmente llamamos nuestra alma. Con todo, por algo hay que comenzar. Y me parece que, asumiendo probables críticas que pueden postular la supremacía de la llamada ciencia moral sobre las disciplinas sociales, es más conveniente, al menos metodológicamente, tocar primero el tema de la realidad que vivimos a diario, contingencia que intentaremos finalmente iluminar y cualificar con una mirada ética que, adelantando nuestra postura, intentamos llevarla de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, en un proceso de humanización y hominización.

¿Por qué empezar así?

La respuesta a esta pregunta está dada por nuestra perspectiva ética. Y aquí ya somos fieles a lo dicho antes: comenzamos por lo sociopolítico pero al mismo tiempo ya hablamos de lo ético. Y esta dimensión que tiene que ver con lo valorativo intentará iluminar la realidad de lo político para valorarla y mejorarla. Pero para ello requerimos justamente indagar, conocer, desentrañar, la madeja-realidad que llamamos normalmente política. Esta realidad la valoraremos desde una perspectiva ética que llamamos de discernimiento. Ya hablaremos más detenidamente lo que esto significa. Es decir, intentaremos hacer discernimiento ético-político para iluminar posibles caminos que lleven a dicha realidad a condiciones más humanizadoras. En la línea del capítulo introductorio, llevarla a condiciones que permitan al ser humano inserto en una sociedad concreta, a través del uso o influencia del poder político, vivir más protagónicamente su vida personal, comunitaria y colectiva en una realidad cada vez más plural y diversa.

domingo, 18 de febrero de 2007

1. Introducción para una perspectiva ética

MORAL EN UNA SOCIEDAD PLURALISTA Y DIVERSA:
UN INTENTO DE RELACIÓN ENTRE ÉTICA Y POLÍTICA

Andrés Soto Sandoval

Introducción para una perspectiva ética

La importancia de ser protagonistas.


"He descubierto que soy persona, que tengo dignidad..." afirmaba un adulto-joven, hace poco tiempo, luego de haber vivido todo un proceso de formación y capacitación. Era un hombre del mundo popular, hasta el momento marginado del sistema formado por lo que pueden acceder a los bienes y servicios que a la vista se ofrecen a todos. Al pedirle que ahondara en la expresión de su experiencia, manifestó que su descubrimiento apuntaba a sentirse más dueño de su vida, con más autonomía y capacidad para ejercerla; en definitiva, se sentía más persona.

Hace algún tiempo, un grupo de jóvenes creó, bajo la orientación y dirección de INFOCAP, el Instituto de formación y Capacitación Laboral en la ciudad de Santiago, una iniciativa que hoy recibe el nombre de “Un techo para Chile”. Estos jóvenes miraron la realidad y vieron en ellos una consecuencia del drama de la pobreza. Muchas familias no tenían un lugar mínimamente digno para vivir. De ahí que decidieran capacitarse para ayudar a construir pequeñas casitas que posibilitaran a muchos pobladores una vida de mayor calidad. La experiencia de estos jóvenes les significó vivir el protagonismo y de esa manera la actuación de su identidad de ser hombres y mujeres; la autonomía en su expresión más rica, el ejercicio de su dignidad en definitiva.
Lo anterior parece indicar que las personas y el colectivo se descubren en lo más propio de su humanidad cuando ejercen el protagonismo, cuando realizan activamente su existencia y no solamente padecen lo construido por otros.

Cuando Santo Tomás de Aquino define la ley natural ¿no está manifestando acaso que el hombre es autor y protagonista de su historia al participar de la ley eterna de Dios? "Esta no se identifica tampoco, como para los estoicos, con el orden externo que se contempla en la naturaleza, sino que manifiesta también una dimensión personal: la providencia y el cuidado amoroso de Dios sobre toda la creación. El universo entero se encuentra gobernado por esa eterna y majestuosa sabiduría del Creador"[1]. El gobierno de Dios en el hombre se expresa de una manera admirable. Este participa de la ley eterna de Dios y con ello descubre cómo debe comportarse y orientar su existencia de tal manera que puede vivir su vocación más propia[2]. Santo Tomás ve la ley natural como una realidad en tres dimensiones: "Todo aquello a lo que el hombre tiene inclinación natural, lo percibe naturalmente la razón como bueno...Existe, pues, una primera inclinación humana al bien natural que le es común con todas las sustancias, en cuanto que cada sustancia apetece la conservación de su ser según su naturaleza, y según esta inclinación pertenece a la ley natural todo lo que sirve para la vida del hombre y que impide lo contrario. En segundo lugar, se da una inclinación humana a algunas cosas especiales de la naturaleza, que le son comunes con los demás animales, y de acuerdo con ella pertenece a la ley natural lo que la naturaleza enseña a todos los animales, como es la unión del varón y la hembra, la educación de los hijos y cosas parecidas. En tercer lugar, se da una inclinación al bien de la naturaleza racional, que es lo más característico suyo; así el hombre tiene una natural inclinación a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad. De acuerdo con esto, pertenece a la ley natural todo lo que hace referencia a esta inclinación, como evitar la ignorancia, no ofender a aquellos con los que debe relacionarse y otras cosas de este tipo"[3]. Según el comentarista de Santo Tomás citado lo más propio de la naturaleza humana, a la luz del aquinate, sería el protagonismo: "la naturaleza se hace quehacer y tarea en sus propias manos, ya que la modela, orienta y desarrolla bajo los imperativos supremos de su razón"[4].

Lo dicho parece confirmar el dato de la experiencia expresada con el ejemplo dado al comienzo y puede ayudarnos a plantear un tema más de fondo: la formulación del discurso moral en una sociedad pluralista, la teorización de la práctica del protagonismo en un tipo de sociedad que lo permita y posibilite[5]. Esta idea puede ser clave a la hora de intentar relacionar la ética con el fenómeno social en general y con la teoría y práctica política en particular. Apuntamos, al menos al iniciar nuestra reflexión, a buscar una respuesta para dicha relación. Ésta parece estar insinuada en la experiencia narrada anteriormente: la ética y la política constituyen prácticas y disciplinas que toman sentido cuando están al servicio de la creciente realización plena del ser humana en una historia que construyen ellos mismos como protagonistas.

[1]VV.AA. Praxis Cristiana Fundamentación, (294).
[2]Ibid.
[3]S. Th.,I-II, 94,2 citado en Op. Cit. (296).
[4]VV. AA. Op. Cit. Ibid.
[5]El concepto protagonismo lo uso en sentido amplio con las notas que tiene el concepto de actor pero con la carga de aquél que en grado importante no sólo padece sino también toma decisiones últimas.