lunes, 24 de marzo de 2008

LA DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA Y LAS INTERROGANTES DEL SER HUMANO

La enseñanza de la Iglesia constituye una contundente mediación que permite e ilumina la posibilidad de decir una palabra ética respecto a situaciones concretas que nos toca vivir en la sociedad. La Iglesia, como afirmó el Concilio Vaticano Segundo, asume como propias, a través de su Magisterio Social, las angustias y las esperanzas de los hombres, particu­larmente la de los que más sufren:

Para cumplir esta misión es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada genera­ción, pueda la Iglesia respon­der a los perennes interrogantes de la humani­dad sobre el sentido de la vida presente y de la vida futura y sobre la mutua relación de ambas. Es necesa­rio por ello conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza" (G.S. 4)

La Iglesia Católica no pretende hacer preguntas propias y proyectarlas al mundo si escucharlo. Intenta ponerse en el lugar del ser humano, mirar la vida desde su propio punto de vista, captar las preguntas que él se está formulando, y tratar de ayudar a la misma humanidad para que pueda responderlas:

En nuestros días, el género humano, admirado de sus propios descubrimientos y de su propio poder, se formula con frecuencia preguntas angustiosas sobre la evolución presente del mundo, sobre el puesto y la misión del hombre en el universo, sobre el sen­tido de sus esfuerzos individuales y colectivos, sobre el destino último de las cosas y de la humani­dad. (G.S. 3)


La Iglesia ha querido solidarizar con el hombr­e, con "el hombre todo entero, cuerpo y alma, corazón y con­ciencia, inteligencia y voluntad" (ibid) poniendo a dis­posición de él su "poder salvador" que ha recibido de Jesús su fundador. Su deseo es la salvación del hombre, sabe que tiene mucho que aportarle y eso quiere ofrecérselo a partir de sus propias preguntas, de las interrogantes que el mismo hombre se formula a diario. La Iglesia no se centra en sí misma sino, desde la experiencia que tiene de Jesús, en el mismo ser humano con sus interrogantes.

Lo dicho nos hace poner atención a la importancia de la pregunta. Cuando hablamos de las interrogantes fundamentales del hombre, de las preguntas de fondo que el ser humano se hace acerca de su vida, de sus proyectos vitales, del sentido de su actividad, tocamos un aspecto central de la vida humana. Se trata de interrogantes que apuntar a satisfacer la necesidad del ser humano por clarificar lo que es. Por eso tantas veces, de manera individual y colectiva nos preguntamos por lo que somos. También a clarificar nuestra necesidad de construir un proyecto personal y social. Por eso también en tantas oportunidades nos preguntamos hacia dónde encaminamos nuestra historia. Y para todo ello, como hombres y mujeres que nos desarrollamos en la acción humanizadota nos preguntamos por lo que tenemos que hacer y por el sentido más profundo de la actividad humana.

El ser humano es social porque no puede realizarse ni realizar su vida individualmente. Para el pensamiento cristiano, se trata de una persona, un todo que se hace con los demás, en la libertad, con la divinidad dada por un Dios-Comunidad que lo ha creado a su imagen y semejanza. Son las interrogante de este ser humano, complejo y único, personal y social a la vez, las que la Iglesia desea ayudar a responder desde la sabiduría que emana de su experiencia de Jesús, experto en humanidad.

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