martes, 25 de marzo de 2008

LAS PRIMERAS ENCÍCLICAS SOCIALES DE LA IGLESIA CATÓLICA


La Iglesia ha querido ayudar a responder a preguntas centrales del ser humano con un género magisterial que se llama Encíclicas Sociales. Es el 15 de mayo de 1891, hace más de cien años, cuando el Papa León XIII promulga un mensaje que conmovió a muchos y escandalizó a no pocos. Su gran motivación, señalada por el mismo en el documento, es la gravísima miseria padecida por la clase trabajadora:


"...un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios"(1)


León XIII defiende a los obreros. A partir de la constatación de la miseria de éstos, de la explotación que sufren a costa del privilegio de los adinerados, de las falsas expectativas que aparecen por parte del mundo socialista de ese tiempo, plantea su indignación ética. No propone soluciones técnicas, pero sí da pistas humanas y evangélicas: un salario justo que alcance al obrero empobrecido para vivir (32-33), que no esté solamente determinado por el simple consentimiento de las partes, es decir, sujeto a las variaciones del mercado (32); una doctrina sobre el trabajo humano que tiene como fin procurarse algo para sí y poseer como propio derecho una cosa suya (3), un trabajo que es personal pues el hombre deja la huella de su persona en el mismo, un trabajo que es necesario para la vida y que no debe ser concebido como una mercancía más del mercado. Habla del derecho a la organización, a asociarse para poder defender los justos intereses del trabajador; del rol del Estado y su obligación de reconocer el derecho a la organización de los obreros, a no impedir su existencia pues constituir sociedades privadas es derecho natural con la sola limitación de la deshonradez, la injusticia o la salud pública.

Estos y otros son los grandes temas del momento mirados por la Iglesia que ha decidido dar su opinión ética. León XIII afirmará que es deber de la Iglesia hablar sobre la cuestión social (12) pues pecaría gravemente si no planteara su posición y defendiera a los más débiles y postergados del mundo.

La Rerum Novarum fue el inicio de esta forma magisterial que asumió la Iglesia para responder a la pregunta moral: qué hacer a fin de que los seres humanos, pudiéramos clarificar la acción en el mundo para construir la fraternidad, para que pudiéramos iluminar nuestros proyectos personales y colectivos a la luz del horizonte entregado por Jesús y su predicación del Reinado de Dios.

En 1931, cuarenta años después, se escribe la Encíclica Quadragesimo Anno. Es la época de los nacionalismos emergentes. La Iglesia señala y actualiza la defensa del mundo, la doctrina del salario justo que debe alcanzar para vivir dignamente al trabajador y su familia. Se reafirma el derecho a la organización y el deber de lo mismo (35>. Se subraya el carácter social del trabajo y la necesidad de un orden social y jurídico que garantice su ejercicio. Esta Encíclica se caracteriza por su mirada global de la sociedad. Busca la restauración moral de la misma en un mundo que necesita de los apóstoles cristianos que colaboren en una reconstrucción de su entorno social. Apela a los apóstoles obreros para que ganen para Cristo a sus compañeros (140) y ve la necesidad de que el clero, en una labor que no se reduce a la sacristía, eduque apóstoles del mundo obrero y patronal

Más adelante se escribirán otros documentos eclesiales como Juan XXIII que en su Mater Magistra señala el método de la Doctrina Social de la Iglesia asumido años más tarde por el magisterio social de la Iglesia latinoamericana: ver- juzgar-actuar. De ahí que resulte inspirador lo que afirmaba en otro artículos sobre el pensamiento social cristiano. La idea es mirar la realidad como la miran los hombres del mundo. El momento del ver, que en clave de discernimiento ético llamamos también mediación analítica, apunta a mirar la realidad como Dios la ve, como Cristo quiere que la veamos. Ver en ella los signos de los tiempos y la gran tarea necesaria de realizar que no es otra cosa que el desafío ético que impulsa a dinamizar y humanizar el mundo desde situaciones menos humanas a situaciones más humanas.

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