sábado, 22 de marzo de 2008

Lavín y el vacío dejado por Piñera


En Huechuraba la derecha se ha tropezado en la misma piedra que con tanto esmero puso a sus adversarios. Ante el incendio ha golpeado al bombero temiendo que le moje la alfombra en el living.

Cuando se percibe, de parte de los sectores más responsables, que se está entrando en una espiral de confrontación, todos deberían colaborar y poner de su parte para salir a tiempo de esta situación. Lo que le toca hacer a los candidatos presidenciales es obvio. Deben presentar una precampaña equilibrada. Sebastián Piñera propone de manera débil un "nuevo trato". Pero, en su caso, más que una línea de acción, esto parece una frase obligada.


En la práctica, la actuación de sus seguidores se concentra mucho más en el ataque que en el aporte. Incluso pensando en una distribución de papeles, el empresario se queda corto. Todo transcurre como si Piñera no estuviera cumpliendo a cabalidad con la parte que le corresponde, y que, en realidad, estuviese hablando mediante quienes atacan o no alcanza a conducir un movimiento político que raya en la dirección correcta.


Los líderes guían un movimiento, no son arrastrados por él. Nos da la sensación de que alguien está ocupando la agresividad como parte de un movimiento intencionado y graduado. El uso de ella se está llevando todo por delante, más allá de las intenciones y de los planes que alguien pudiera tener. Esto hay que pararlo ahora, en su nacimiento, cuando se está a tiempo y se dispone de todas las herramientas para actuar. Creer que se puede decir todo, acusar de todo y provocar sin recibir un trato equivalente es el típico mal cálculo de los sectarios.


En el fondo, el reclamo es por una mejor política. Esta es una manera torpe y miope de practicarla. No es una falla de la dirigencia intermedia ni de los equipos de apoyo. Es una falla de conducción.


En la derecha se generó un vacío y, por ahí, entró Joaquín Lavín. Al ex alcalde nunca hay que subestimarlo. En estos días ha hecho fuertes declaraciones que no han sido entendidas, para nada, en su propio sector. Y eso es bien curioso, porque se trata de un personaje que -al contrario de otros- dice siempre exactamente lo que quiere hacer y por qué. Por eso, seguir sus declaraciones es como sacar una radiografía de las intimidades de la derecha. Lavín hace cuatro afirmaciones fundamentales. Primero, que la Alianza debe llevar un candidato presidencial y el hecho de que la UDI no lleve abanderado en esta ocasión no es un gran drama. Segundo, que para ganar se requiere de un clima político de entendimiento y grandes acuerdos, que es la antesala de un gobierno unidad nacional con centro en la derecha. Tercero, que no hay que cometer errores graves, como realizar acusaciones injustas con instrumentos institucionales inapropiados. Cuarto, que el tema de la corrupción no tiene color político y que el "caiga quien caiga" vale para todos.


Cada uno de estos aspectos reviste una importancia prioritaria en estos momentos. En realidad apuntan al curso de acción que mejor favorecería a la derecha para acercarse a La Moneda. Hay que decir, sin embargo, que la dirección opositora se ha movido, en el momento decisivo, justo en dirección contraria a la que más favorecía sus pretensiones.
Comentemos los mensajes centrales del líder gremialista.


Lavín sabe que la mejor opción para que su sector gane la elección presidencial es unirse tras un candidato. Sabe también que, de manera alternativa, lo ideal es que sea la Concertación la que se divida, o que se presenten voluntarios para que surjan microcandidaturas sin más destino que debilitarla.


El ex alcalde es quien mejor lo puede saber porque, en la ocasión anterior, sufrió el ataque por la espalda de Piñera cuando se le vio débil y en bajada. Pero no parece ser el tipo de persona que abandonan las lecciones y llevarse los odios a cuestas. Al revés, y dicho por el líder gremialista, la idea consiste en ampliar el "arco iris" de la coalición opositora para darle viabilidad al proyecto.


Nadie sabe lo que va a pasar. En una de esas se abre el espacio para una segunda candidatura presidencial, si esta vez es Piñera quien empieza a tener dificultades y la presión se hace muy fuerte para que otras personas se lancen a la palestra. Pero, en caso contrario, las declaraciones de Lavín dan pie a esperar que intente ser el segundo Presidente de la alianza más que el segundo candidato de la alianza. Este es su curso de acción más probable.


En segundo lugar, la carrera presidencial no puede convertirse en una pelea de enanos en un callejón oscuro. Con esto quiero decir que no se puede llegar a dirigir la nación haciendo de la política una constante guerrilla en pequeños temas, tratados con escándalo y llevados a la peor forma. A La Moneda se llega con propuestas frente a los grandes temas nacionales. Hasta el momento, los seguidores de Piñera no han sabido remontar vuelo en los contenidos y el líder gremialista lo sabe muy bien.


En tercer lugar, Lavín ha querido evitar que la derecha se enrede en el peor de los caminos a través de una acusación constitucional inconducente. No ha sido escuchado. Al contrario, sus socios y parte de sus amigos han aprovechado la oportunidad de decir las peores cosas de él y, en el extremo, han llegado a la burla.


Si algo ha quedado claro en este episodio es la pésima conducción política de la derecha. El presidente de Renovación Nacional y el mismo candidato presidencial han declarado sin empacho que al acusar a la ministra Provoste no están pretendiendo decir que éste sea un problema de corrupción. Más bien lo que quieren es dar una señal pública para mejorar la educación en Chile. Y éste es precisamente el punto central: el uso de la institucionalidad para fines distintos de aquellos para los cuales fue creada. La acusación constitucional es la máxima herramienta legal disponible para enfrentar las mayores responsabilidades personales en faltas graves en el desempeño de una función pública. No es un sistema de correo para mandar mensajes. No se puede afectar a una persona sólo porque se lo considera útil políticamente.


Pero hay más, y este es el cuarto aspecto a destacar. En el caso de Huechuraba la derecha se ha tropezado en la misma piedra que con tanto esmero puso a sus adversarios. Cuando se topa con un problema en sus filas trastabillea, encuentra excusas, da rodeos, le quita importancia y tiende a alinearse tras quien tiene todas las posibilidades de perder en una investigación de probidad. En resumen, un modelo de ineptitud política. Frente al incendio ha golpeado al bombero temiendo que le moje la alfombra en el living.


Cuando alguien dice "caiga quien caiga", casi nunca está pensando en personas cercanas. Lamentablemente, esta buena cuña no deja espacio para decisiones y remilgos.


Donde la derecha muestra su mayor grado de torpeza es en sus reacciones frente a las declaraciones de Lavín. Me adelanto a decir que este nivel de ineptitud estratégica debiera ser uno de los motivos de atención más importante para la Concertación. De hecho, este es el momento de tomar la iniciativa, por el camino correcto, sin prisas pero sin pausa. Lo bueno de este período es que la política se está pareciendo muy poco a un juego entre pillos con las cartas tapadas. Objetivos y estrategias y movimientos de cada uno de los actores importantes no constituyen un misterio para nadie.
Lo que sucede en Chile no va a ser producto de la excesiva astucia con la que alguien se mueva, si no de la coherencia y profundidad con la que pueda dotar a sus acciones. Se trata de hacerlo bien, no de producir sorpresas. En ese sentido, ésta ha sido la peor semana que ha tenido la derecha en mucho tiempo.




Artículo de Víctor Maldonado publicado en La Nación, 22 de marzo 2007

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