lunes, 19 de febrero de 2007

2: Cómo enfrentar el tema de la relación entre ética y política y nuestra perspectiva ética.


La manera de enfrentar la relación entre ética y política no es algo sin importancia. El orden de los factores aquí puede alterar el resultado. Una posibilidad es comenzar a tratar el tema ético, particularmente lo que éste significa y cómo desarrollarlo como discurso. Después de hacerlo, enfrentamos de manera similar el fenómeno político y las categorías fundamentales para poder comprenderlo. Una vez las dos cosas realizadas intentamos la relación entre ambas.

Otra posibilidad es seguir el camino inverso, es decir adentrarnos en el tema del fenómeno político para luego acercarnos a la realidad del fenómeno ético. De esa manera establecemos la relación entre ambas. Hacerlo de cualquiera de las dos maneras no da lo mismo. En la primera opción, de alguna forma comenzamos por el camino de la filosofía para luego entrar en la mediación sociopolítica. La postura ética que asumamos ciertamente condicionará el resultado.

Si partimos, por ejemplo, de los principios para luego aplicarlos a la realidad política nos encontraremos con una relación muy diferente a si partimos por la realidad para relacionarla con la problemática ética. No es un mero problema metodológico. Detrás de ellos hay también una opción ideológica de la cual ninguno de nosotros se escapa. Lo importante, en gran parte, es estar consciente de ello pues en toda opción hay aciertos y limitaciones.

En todo caso, nos parece que ninguna de las dos opciones señaladas es la más conveniente. Por ello preferimos ir relacionando problemáticas de ambas naturalezas: ética y política, política y ética, para finalmente concluir una opción de cómo creemos o enfrentamos la relación entre estos dos mundos que muchas veces aparecen tan distantes pero que constituyen dimensiones ineludibles de la realidad humana, a menudo tan tangibles como nuestro cuerpo y otras tan misteriosas como lo que comúnmente llamamos nuestra alma. Con todo, por algo hay que comenzar. Y me parece que, asumiendo probables críticas que pueden postular la supremacía de la llamada ciencia moral sobre las disciplinas sociales, es más conveniente, al menos metodológicamente, tocar primero el tema de la realidad que vivimos a diario, contingencia que intentaremos finalmente iluminar y cualificar con una mirada ética que, adelantando nuestra postura, intentamos llevarla de condiciones menos humanas a condiciones más humanas, en un proceso de humanización y hominización.

¿Por qué empezar así?

La respuesta a esta pregunta está dada por nuestra perspectiva ética. Y aquí ya somos fieles a lo dicho antes: comenzamos por lo sociopolítico pero al mismo tiempo ya hablamos de lo ético. Y esta dimensión que tiene que ver con lo valorativo intentará iluminar la realidad de lo político para valorarla y mejorarla. Pero para ello requerimos justamente indagar, conocer, desentrañar, la madeja-realidad que llamamos normalmente política. Esta realidad la valoraremos desde una perspectiva ética que llamamos de discernimiento. Ya hablaremos más detenidamente lo que esto significa. Es decir, intentaremos hacer discernimiento ético-político para iluminar posibles caminos que lleven a dicha realidad a condiciones más humanizadoras. En la línea del capítulo introductorio, llevarla a condiciones que permitan al ser humano inserto en una sociedad concreta, a través del uso o influencia del poder político, vivir más protagónicamente su vida personal, comunitaria y colectiva en una realidad cada vez más plural y diversa.

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