lunes, 19 de febrero de 2007

3. El discurso ético-político se sitúa en el proceso de creciente modernidad: la razón quiere primar.

Decir una palabra ética sobre nuestro quehacer político, sobre nuestra vida en sociedad, sobre las decisiones que surgen desde el poder o que pretenden influir en él, lleva necesariamente a mirar la realidad en la cual actuamos y que, querámoslo o no, nos marca, nos influye, nos condiciona y quizá, en algún grado, hasta puede determinarnos. Es imprescindible, por lo tanto, mirar nuestro contexto. Para hacerlo necesitamos categorías. Pero, dé dónde surgen dichas categorías. Para tal efecto nos reconocemos herederos de lo que ha marcado, desde hace algunos siglos, nuestra manera de mirar la realidad. Porque lo hacemos con el fin de actuar sobre ella y, de alguna forma, influir en el desarrollo de los acontecimientos. Somos herederos de la tradición de la modernidad que nos ilusiona acerca de nuestra capacidad de ser protagonistas.

En el año 1784 apreció un ensayo del filósofo alemán Immanuel Kant (1724-1804) que respondía a la siguiente pregunta: ¿Qué es la Ilustración? Respondía así: La Ilustración “es la liberación del hombre de su culpable incapacidad. La incapacidad significa la imposibilidad de servirse de su inteligencia sin la guía de otros. Esta incapacidad es culpable porque su causa no reside en la falta de inteligencia sino de decisión y valor para servirse por sí mismo de ella sin la tutela de otro. ¿Sapere aude! ¿Ten el valor de servirte de tu propia razón!:he aquí el lema de la Ilustración”.[1]

El proceso había sido largo. Los griegos, de alguna manera se habían anticipado, pero la búsqueda del hombre a través de las preguntas fundamentales recurriendo a fuerzas mágicas y externas había primado en la historia. El desarrollo de la vida humana hasta el inicio de la llamada Modernidad, se había dado bajo la hegemonía del pensamiento religioso que, a nivel de las grandes masas, se integraba con elementos mágicos y de creencias ancestrales. De esa manera buscaban respuestas a tanta búsqueda consciente o inconsciente acerca del sentido de la vida, del sufrimiento y del fracaso.

Ahora, en el siglo XVIII por fin, según Kant, el hombre se había liberado. La razón quiere ser lo central, puede primar rescatando la racionalidad del ser humano como un dato fundamental. En efecto, el hombre siempre ha buscado responder a su inquietud por el conocimiento de la realidad. Por fin, al parecer, podría hacerlo por sí mismo, rescatando su propia racionalidad como un dato por excelencia. La razón se convertía en el medio privilegiado para conocer y comprender la compleja realidad. De ahí que surgiera un poderoso movimiento intelectual que transformará el pensamiento, la conducta y las costumbres de los seres humanos. El siglo XVIII será el siglo de la Ilustración.

El siglo de la luces, como también se le llama, al considerar a la razón como una verdadera luz que ilumina el caminar del ser humano, sería testigo de cambios profundos. La revolución Francesa constituirá el hito fundamental, la muestra más concreta de estos cambios. De ahora en adelante, el mundo será otro. La economía cambiará, la política será diferente, la cultura dará otro significado a la vida del hombre. La religión, que había tenido el primado hasta ahora, padecerá fuertes cuestionamientos.

De ahí la aparición del Despotismo Ilustrado que se convierte en la concreción de la doctrina del siglo XVIII. “Como dice Albert Sorel en una fórmula que resume admirablemente la doctrina del siglo: Toda la política de los filósofos se reduce a poner la omnipotencia del Estado al servicio de la infalibilidad de la razón, a hacer… de la razón pura una nueva razón de Estado”.[2]. Más adelante, aunque no será hasta 1814 de manera definitiva, la irrupción de las ideas liberales se manifestará a través de importantes movimientos que significarán el alejamiento de las monarquías y la aparición de la democracia representativa. Según Ricardo Krebs, “las ideas liberales prendieron ante todo entre la burguesía, los intelectuales y los estudiantes universitarios… En el año 1812 las Cortes españolas reunidas en Cádiz habían proclamado una constitución que se basaba en el principio de la soberanía popular. El rey Fernando VII, al volver en el año 1814 del exilio a que lo había mantenido encerrado Napoleón, abolió la constitución de Cádiz y restableció el régimen absoluto. En el año 1820 se levantaron los liberales, exigieron la eliminación de los privilegios de la nobleza y la secularización de los bienes de la Iglesia y obligaron al monarca a restablecer la constitución”.[3]

En América española eso tiene una gran repercusión. El movimiento emancipador a partir de las ideas liberales y aprovechando los hechos del secuestro del Rey de España. Poco a poco los países latinoamericanos ganaban, con un importante costo en vidas humanas, la libertad política y podían buscar sus propias formas de gobierno.

La historia que continúa responde a al viejo dicho “otra cosa es con guitarra”. Chile, al igual que los otros países latinoamericanos tendrá que hacerse cargo de su devenir. No obstante, el caso chileno pasa a ser un fenómeno diferente al de los países hermanos. Dos notas lo caracterizarán: su estabilidad política y el predominio de la razón para la elaboración de su proyecto de país.
El siglo XIX será de búsqueda dentro de la estabilidad. Éste terminará con el inicio de un proceso que llevará a las capas medias de la sociedad a un mayor protagonismo social y con el germen de un no despreciable movimiento popular. Este proceso tendrá su auge en la segunda mitad del siglo XX. La acción política, que busca cambios, comenzará a adquirir un sentido nuevo para grandes sectores hasta ese momento más bien excluidos del ejercicio del protagonismo.

[1] Sobre esto es interesante leer a Ricardo Krebs. Breve Historia Universal Editorial Universitaria 2004 (309 ss)Historia de las ideas políticas Prelot Marcel, Lescuyer Georges, La ley 1986 (247).
[2] Prelot Marcel, Lescuyer Georges Historia de las ideas políticas La Ley S.A. Buenos Aires 1986 Ibid
[3] Krebs, Ricardo. Op. Cit. (366).

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